Las cloacas del imperialismo español: torturas en Irak y mentiras del PSOE y sus voceros

En este blog siempre nos hemos propuesto como propósito prioritario el de contribuir, en la medida de nuestras modestas y dispersas fuerzas, a seguir abriendo brecha ideológica en el movimiento comunista del Estado español de cara a una futura unificación política de la vanguardia comunista, como paso previo e indispensable para la reconstitución del Partido comunista.

Sin embargo, desde el principio hemos considerado que la actualidad, ese espejo odioso y putrefacto en el que cada día tenemos que mirarnos millones de proletarios y oprimidos del mundo entero, es algo que tampoco puede escaparse a nuestra crítica radical, a nuestro análisis más concienzudo en base a los fundamentos de la teoría revolucionaria, del comunismo. Por eso, hoy queremos compartir con todos vosotros un breve artículo sobre el décimo aniversario de la invasión imperialista de Irak, un aniversario en el que han salido a la palestra mediática las brutales torturas de militares españoles en Diwaniya. Estos hechos vuelven a confirmar la naturaleza bárbara y genocida del capitalismo, pero además nos enseñan de nuevo el carácter falsario de “social-liberales”, oportunistas y plumíferos a sueldo.

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Las torturas del Ejército español en Irak, el PSOE y sus falderos mediáticos

I. Hace escasos días, El País sacaba a la luz un brutal vídeo en el que se mostraba a la soldadesca española propinando una brutal paliza a un prisionero iraquí. Como se puede ver en el espeluznante vídeo, los “profesionales” soldados españoles, mercenarios de la burguesía imperialista, se esmeran a fondo por demostrar nuevamente cuál es su verdadero papel en los países oprimidos a los que son llamados a “disciplinar” para sus amos los explotadores imperialistas. Estos psicópatas uniformados, auténticas máquinas al servicio de esa gran planificadora de genocidios que es la oligarquía financiera internacional, han aparecido fielmente retratados en este vídeo coincidiendo con el décimo aniversario de la invasión imperialista de Irak.

 II. Un 20 de marzo de 2003, una coalición de Estados imperialistas capitaneada por Estados Unidos (en la que el Estado español representaba el papel de actor secundario, obediente a los dictados del director de la orquesta, el imperialismo anglo-estadounidense) invadió la República de Irak. El objetivo era claro: liquidar el aparato estatal iraquí para ponerlo al servicio completo de la oligarquía imperialista anglo-estadounidense y del resto de países ocupantes. Según Opinion Research Business, la cifra de iraquíes asesinados hasta agosto de 2007 ascendió a más de un millón. Esta “medalla de guerra” del imperialismo, que se suma a las decenas y decenas de millones de muertos de la historia del capitalismo (solo contando sus contiendas bélicas, es decir, sus guerras de expolio y rapiña), demuestra el carácter genocida de un sistema, el capitalismo, que nos obsequia diariamente unos corifeos intelectuales que se atreven a defender con despreciable orgullo este sistema bañado en sangre, mientras nos bombardean día sí día también sobre los “millones de muertos del comunismo”.

III. Como ha denunciado el fotoperiodista Gervasio Sánchez en repetidas ocasiones (aconsejamos leer su artículo “Nuestro Guantánamo particular”, que se puede encontrar en su blog personal), las primeras torturas por parte de militares españoles sobre prisioneros iraquíes, de las que algunos periodistas tuvieron constancia al investigar crímenes de guerra, se produjeron un año después de la invasión de la república árabe, es decir, en 2004. El periodista andaluz relató muy pronto las torturas de que fue objeto el traductor Flayeh al Mayali, muy conocido por el mercenariado español. En el artículo ya mencionado, Gervasio Sánchez reportó las brutales torturas que miembros del CNI aplicaron contra el traductor. Además, el mismo periodista y fotógrafo contó que otros ocho presos iraquíes fueron sometidos a torturas por los esbirros del imperialismo español.

IV. Uno de los aspectos más repugnantes de todo este macabro espectáculo es el papel falsario y criminal del PSOE y sus voceros. Para un comunista no es ningún secreto la naturaleza profundamente reaccionaria del PSOE, ese partido del gran capital español que ha sido capaz de orquestar los GAL. Pues bien, a pesar de que ahora sus inefables dirigentes siguen empeñados en engañar al “ciudadano” más estúpido e incauto, tratando de denunciar de forma hipócrita estas torturas criminales, hoy sabemos -gracias, entre otros, a este periodista cordobés- que el PSOE (que, recordemos, ya era el partido gobernante de la burguesía monopolista española en ese momento) tuvo total conocimiento de los hechos acaecidos en torno a las torturas de militares españoles contra iraquíes detenidos. Los que vivimos las movilizaciones contra la guerra de Irak, recordamos perfectamente el papel que jugaron estos “social-liberales” a sueldo del imperialismo. Cuando llegaron al Gobierno, volvieron a demostrar su naturaleza ultrarreaccionaria (exactamente como la de su partido hermano, el PP), reacomodando sus efectivos militares en función de las necesidades del bloque imperialista en el que el Estado español está inmerso y, además, favoreciendo la impunidad de sus militarotes asesinos con su “Alianza de civilizaciones”.

 V. Las razones por las que El País saca ahora a la luz este documento resultan también, cuando menos, un tanto “sospechosas”. Es sabido por todos que el grupo PRISA, ese poderoso conglomerado mediático que ahora dirigen los Cebrián y los Berggruen a sueldo de los Liberty Capital y Cía., es uno de los medios más poderosos y reaccionarios en el Estado español. Periodistas como Gervasio saben perfectamente que ese documento obrara en poder de la dirección del medio desde hacía tiempo. Entonces, ¿por qué lo sacan a la luz justo ahora? De momento, desconocemos las razones, aunque es posible que influyan ajustes de cuentas típicos entre gángsters, por un lado (hay quien apunta a que Cebrián y su cohorte de plumíferos mercenarios ha publicado el vídeo para “advertir” a un Aznar que hace poco ha entablado acciones judiciales contra el periódico por la trama mafiosa de los sobres), además de la posibilidad de que este tipo de noticias tape de alguna forma las nuevas tropelías que la burguesía española prepara contra el proletariado, por otro lado.

 VI. Sean cuales sean las razones de la exhibición de tan espantoso y criminal vídeo, y coincidiendo con el décimo aniversario de esa infamia imperialista llamada “guerra de Irak”, estamos convencidos de que los matarifes y sus voceros mediáticos cada vez engañan menos y, en el momento en que el movimiento revolucionario internacional tome cuerpo nuevamente, pronto serán juzgados como se merecen, en base a la legalidad revolucionaria, todos estos criminales de guerra imperialistas. Asimismo, denunciamos a todos los cínicos oportunistas y revisionistas, quienes, oponiéndose a las “consecuencias en pérdidas humanas de la guerra de Irak”, defienden a capa y espada el sistema económico que alimenta y planifica estas carnicerías y, encima, bendicen otras guerras de rapiña (estas más “democráticas”, por incluir a los imperialismos francés o alemán), como la guerra contra Libia y las matanzas organizadas en Siria por los diversos matones del imperialismo «occidental».

VII. Aprovechamos estas líneas para mostrar nuestra solidaridad más absoluta con las masas oprimidas de Irak, sometidas a una brutal carnicería y a una miseria atroz por las alimañas imperialistas, y confiamos plenamente en que algún día los pueblos oprimidos, mancomunados con los proletarios de los países imperialistas, serán capaces de transformar las guerras imperialistas en guerras civiles revolucionarias que pongan fin a tanto oprobio y a tanta barbarie. La sangre de nuestros hermanos caídos no habrá sido en vano, y las lágrimas de odio que hechos como este nos provocan las recogeremos para transformarlas en más conciencia y fuerza para volver a erigir el movimiento comunista internacional, la vanguardia internacional de los oprimidos en lucha por la sociedad sin clases.

Sobre Chávez, revisionistas, burguesías «nacionales» y Revolución proletaria

Después de la borrachera de panegíricos con que nos han obsequiado revisionistas a uno y otro lado del charco tras la muerte de Chávez, nos encontramos con un documento de los compañeros de Crítica Marxista-Leninista que, por refutar todos y cada uno de los lugares comunes que defienden los «antiimperialistas» pequeñoburgueses (con sus corifeos revisionistas en los países imperialistas), nos parece de un interés enorme para contribuir a desenmascarar toda línea y política disfrazadas de «proletaria» o «popular» (en particular, la llamada «bolivariana») pero que, en el fondo, no es más que la puesta en escena de la agudización de las contradicciones interimperialistas; una agudización de la la que las burguesías nacionales de los países dependientes tratan de aprovecharse, utilizando para ello al proletariado y los sectores oprimidos como carne de cañón.

Aprovechamos para felicitar a quienes conforman dicho blog, pues, al margen de diferencias en posiciones sobre el Ciclo de Octubre y otras cuestiones, contribuyen de forma rigurosa y resuelta a defender el marxismo-leninismo contra todas aquellas posiciones que, desde el revisionismo y el oportunismo, tratan de subsumir la línea revolucionaria del proletariado a la cosmovisión de la burguesía.

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Populismo, «antiimperialismo» y revolución proletaria

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La oleada populista en América Latina de la última década, ha llegado a un punto crucial con la muerte de Hugo Chávez. De alguna manera, la personalidad y la política del líder venezolano dieron cierta cohesión y dimensión continental a esta oleada. Por lo que existe mucha expectativa respecto del curso que seguirá la política en Venezuela.

En lo que va del presente siglo, el subcontinente sudamericano ha vivido un crecimiento económico como resultado de una masiva afluencia de capitales extranjeros, de su mayor integración al proceso de acumulación capitalista mundial mediante la llamada “globalización” y de la redefinición de su relación con el capital monopolista internacional, abandonando la política de sustitución de importaciones y la creación de industrias nacionales. En estrecho vínculo con el capital monopolista internacional y subordinadas a él, las grandes burguesías de los países sudamericanos se enriquecieron de manera obscena, aprovechando los mejores precios internacionales de sus productos primarios e intermedios y la sobreexplotación de la clase obrera y los trabajadores de sus países.

La “bonanza” económica acentuó considerablemente la brecha económica entre ricos y pobres, y agudizó las diferencias y contradicciones de clase y la lucha de clases. Ante la debilidad de los partidos marxista-leninistas, el bajo nivel de consciencia de las masas populares y la insuficiente organización de la clase obrera, algunos sectores de la pequeñaburguesía y la burguesía aprovecharon la oportunidad para ponerse a la cabeza del descontento popular en varios países y lograron acceder al gobierno. Éste fenómeno político que es recurrente en la historia política latinoamericana y que adopta la forma de movimientos “nacionalistas”, generalmente caudillistas, tiene en la actualidad una diferencia importante con los presenciados en el siglo pasado. El populismo en el pasado, por lo general, tenía como telón de fondo una aguda crisis económica y financiera de los países sudamericanos que se resolvió siempre en beneficio del imperialismo y de la mayor dependencia de esos países. Los movimientos populistas que alcanzaron el poder no tuvieron mucho aliento, debido a que el “tesoro nacional” no contaba con los suficientes recursos financieros y monetarios para llevar adelante sus políticas desarrollistas y paternalistas que compraran el favor y el seguimiento de las masas mediante la “ayuda social”. Se podía garantizar el circo, pero no el pan.

El populismo reciente surgió en un periodo de bonanza para la región, cuando sus principales indicadores macroeconómicos eran favorables, aunque no los sociales, es decir, aquellos que tienen que ver con el bienestar económico y social de sus pueblos. El descontento popular que supieron aprovechar los llevó al poder en circunstancias excepcionalmente favorables de sus economías nacionales. Esto hecho particular, les ha permitido mantenerse en el poder durante varios años con altas votaciones, lucrando mediante la acción del Estado en su negociación con nuevos imperialismos y renegociando los términos de participación en la apropiación de la plusvalía con “su” imperialismo. Como este último es el imperialismo norteamericano, el discurso “antiyanqui” era inevitable. Estos movimientos burgueses populistas “nacionalistas” siempre se han caracterizado a sí mismos como “antiyanquis”, y nunca son antiimperialistas consecuentes.

Los observadores, que no conocen la política latinoamericana, ven revolución ahí donde en el mejor de los casos hay reforma. Particularmente, la “izquierda” de los países europeos, aquellos reciclados herederos del revisionismo jruschovista-brezhnevista, ven con mucha ilusión todo lo que esté a la izquierda… siempre que sea fuera de sus países, mientras vituperan y rechazan formas de lucha revolucionaria consecuente en sus propios países… por ser demasiado izquierdistas.

El artículo que a continuación publicamos es del comunista sudamericano José Carlos Mariátegui y nos parece oportuno para examinar el fenómeno del reciente populismo en el poder en los países de Sudamérica. Son tesis que fueron presentadas en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, organizada por la sección regional de la Internacional Comunista y realizada en Uruguay, en 1929.

En este artículo Mariátegui discute precisamente “el punto de vista antiimperialista” que cifraba esperanzas en la acción supuestamente revolucionaria de la burguesía en Sudamérica, estableciendo diferencias y distancias con la experiencia china en este punto específico. El Amauta peruano sostenía que a diferencia de China, ningún país de Sudamérica había sido objeto de ocupación imperialista, un hecho fundamental que podría empujar a algún sector de la burguesía a una acción antiimperialista. A diferencia de la pequeña burguesía radical que se llenaba la boca de “antiimperialismo”, cuando no había ocupación militar imperialista, Mariátegui ponía el acento en que lo determinante para la acción revolucionaria en esas condiciones era el factor clasista, que la mejor forma de ser antiimperialista en esas condiciones concretas era la lucha contra la gran burguesía y los terratenientes del propio país, contra las clases explotadoras entregadas al capital imperialista.

Para entender la realidad de los países dependientes y semicoloniales es bueno recordar algo que las experiencias revolucionarias han enseñado y que el marxismo-leninismo ha recogido. En los países dependientes y semicoloniales existen dos cuestiones fundamentales que dan contenido a la etapa democrática de la revolución proletaria: la cuestión nacional y la cuestión democrática. La primera tiene que ver con la contradicción entre la nación oprimida y el imperialismo o imperialismos que la oprimen. La segunda tiene que ver con las contradicciones y la lucha entre las clases sociales del país dependiente y semicolonial. Mariátegui cuestionaba en 1929, algo que –a despecho del paso de los años– bien se puede plantear hoy en relación con esos movimientos “antiimperialistas” de la burguesía y pequeña burguesía en el poder de la actualidad. En este sentido, cada partido marxista-leninista en esos países hace una pregunta básica: ¿Cuál es la contradicción principal en esta etapa de la revolución? La respuesta definirá las cuestiones estratégicas de la revolución y determinará la línea táctica en cada fase de la revolución. Un error en esto es mortal para la revolución proletaria, porque se confundirían los objetivos, los blancos, las fuerzas motrices y las reservas de la revolución; sobre bases equivocadas, las cuestiones tácticas no se plantearían ni se resolverían correctamente.

Es sintomático que los “procesos revolucionarios” de la burguesía y la pequeña burguesía en Sudamérica siempre hayan enfatizado su carácter “antiimperialista”, negando, silenciando o relegando la lucha de clases interna, la lucha de la clase obrera, el campesinado y el pueblo contra la gran burguesía y los terratenientes. La pequeña burguesía reformista y el revisionismo aplauden y apuestan su capital político por estos movimientos que supuestamente tienen los pantalones bien puestos para enfrentar “al imperio”, a la vez que cierran los ojos al imperialismo de otros países, por el contrario, recibiéndolo con los brazos abiertos para reforzar su posición en la ruptura o renegociación con “su” imperialismo.

De esta forma, los revisionistas y reformistas de dentro y fuera exigen –“revolucionariamente”– que la clase obrera subordine su lucha de clase contra la gran burguesía y los terratenientes de su propio país a una etérea lucha “antiimperialista” –y para colmo inconsecuente– de un sector de la burguesía y la pequeña burguesía en el poder. Lucha “antiimperialista” en que el discurso “revolucionario” no tiene su correlato en la práctica política, con la realización de hechos fundamentales y necesarios para contribuir a la auténtica revolución.

De esta forma, al subordinar el “factor clasista” del que hablaba Mariátegui, a la lucha “antiimperialista” de un sector de la burguesía y la pequeñaburguesía, se desvía a la clase obrera y a las masas populares de la lucha contra la gran burguesía y los terratenientes; de esta forma, al dar prioridad a la cuestión nacional cuando la principal es la contradicción democrática, se distorsionan los objetivos de la revolución y en consecuencia la estrategia revolucionaria y línea táctica de la clase obrera y el pueblo; de esta forma se renuncia a la independencia de clase del proletariado , se perjudica la formación de la alianza obrero-campesina y se posterga la dirección de la clase obrera en la revolución.

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Artículo sobre la aristocracia obrera

Nota de Revolución o Barbarie:

Publicamos a continuación un documento muy interesante, elaborado por Tamer Sarkis Fernández, en el que el sociólogo y antropólogo hispano-sirio aborda la cuestión de la naturaleza histórica de la aristocracia obrera. Nos parece que el compañero aborda de forma muy clara y profunda la cuestión de la aristocracia obrera, una fracción que, a pesar de haber visto erosionado parte de su entramado de poder, sigue siendo un puntal fundamental para el sostenimiento del Estado capitalista en los países imperialistas.

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La aristocracia obrera: génesis y bases históricas materiales de su hegemonía ideológica sobre el proletariado

1. BREVE APUNTE GENEALÓGICO

La Aristocracia obrera es una “nueva” clase, es decir, una realidad cualitativa. Deriva históricamente de tres fuentes de clase:

A. El proletariado, al pasar un sector del mismo a ser encuadrado en el campo del Capital a través del que era órgano de su defensa en tanto que clase del capitalismo: el sindicato (“La burguesía no ve en el proletario más que al obrero”, Marx en: Manuscritos de París). Fue el Imperialismo la condición material de posibilidad para esta integración “selectiva” en “la Politeia” y en su “juego” de luchas, alianzas y negociaciones bajo palio del Estado, pues las plusvalías siguen tendencialmente un curso desde abajo hasta arriba -concentrándose en los polos superiores-, dentro de su viaje a través de la cadena imperialista. Lenin explica este “transitar” apoyándose en las Leyes económicas bajo el Imperialismo que él descubre y que desarrolla: Ley de los intercambios desiguales, Ley del desarrollo desigual, Ley de los rendimientos decrecientes de la tierra cultivada, etc.

B. La vieja burocracia del Antiguo Régimen, que se amplía cuantitativamente y asume nuevas funciones al calor de la racionalización del Estado que la burguesía emprende. Por ejemplo, la España isabelina supone el aumento trepidante en el número de “trabajadores del Estado”, pasándose abruptamente de un puñado de miles a 165.000 en vísperas de “la Gloriosa Revolución”, y siendo adoptado un modelo administrativo de notable inspiración francesa (perceptible hasta en lo simbólico: los tricornios de la Guardia Civil). Francia ya había empezado su racionalización administrativa de Estado en tiempos de Luis Felipe de Orleans (llamado “El Rey burgués” y “Philippe Egalité”), aunque implementará el grueso de este cambio durante el “segundo Imperio”.

Con esto no quiero yo decir, ni muchísimo menos, que ese nuevo ejército de administradores en su generalidad y ni siquiera en una mayoría de efectivos pasara a engrosar la “Aristocracia” obrera. Afirmo, en cambio, que, a un rastro poblado por seres de la vieja Corte, alcaides de calabozo, jueces, economistas, instructores, educadores, administradores, contables, directores y gestores en las Factorías Reales… “rescatados” por la burguesía industrial (Francia, Inglaterra, Italia) o por la burguesía agraria-comercial-especuladora-financiera (España) victoriosas, y que pasamos a re-encontrar ligados a funciones inéditas o en re-ordenación bajo la racionalidad inaugurada por los nuevos Estados burgueses, debemos sumarle el contingente de cuadros, administrativos, urbanistas, ingenieros de caminos, canales y puentes, profesores y otros trabajadores especializados que se les articula a esos primeros en la medida que son necesarios a funciones “racionales” extrañas al viejo Estado absolutista, o que habían estado presentes pero concretadas y ejecutadas ellas mismas de modos más bien arbitrarios e “irracionales”.

C. Las viejas profesiones liberales autónomas pre-capitalistas, que a la par del proceso de competencia y por tanto de concentración de capitales, pasan a ser asalariadas de terceros “colegas” airosos, o el Estado pasa a formarlas (nacimiento de la “Educación Nacional”) y a usarlas desde el Estado (jurisconsultos, consultores, abogados, contables, asesores tributarios, arquitectos, sanidad estatal, ingenierías, tratamientos “mentales”, toda una vieja regencia de hospicios, hospitales, casas de caridad, alguacilado de pobres… incorporada al Estado como “planificación social” y “trabajo social”…) porque necesita manejar también él a dichas profesiones al ser indispensables a la misma reproducción social del capitalismo (el Estado no puede dejar su formación ni su ejercicio profesional al laissez-faire del mercado).

Así nace la Aristocracia obrera y su ideología será aquella socialdemocracia que en el fondo la pre-existía (“socialismo pequeñoburgués” ya descrito en El Manifiesto, sobre todo de tenderos, de mercaderes, de propietarios talleristas y manufactureros devorados por el poderío industrial) pero que fluiría casi inercialmente hasta converger con dicha clase bajo aquel contexto galo de imperio boyante capaz de “proveer”, y cuyo primigenio carácter de clase híbrido pequeño-burgués/funcionarial ya explica Marx en sus estudios en torno a las luchas de clases en Francia.

Los actuales negacionistas bien de la realidad conceptual de la “Aristocracia” obrera, bien de su importancia a la hora de explicar por qué el seguidismo y paralización en las filas del proletariado, siembran en nuestra clase una nefasta división consigo misma. Porque, juntando a ambas en una categoría “analítica”, bajo hegemonía política e ideológica de la segunda sin duda, en lo que llaman “la clase trabajadora” o alternativamente pero con idéntico contenido conceptual en su boca “la clase obrera”, lo que practican estos señores es un razonamiento interclasista que disfraza y que intenta disolver el antagonismo entre el proletariado y los “trabajadores” en general. Maremagnum, ése de “los trabajadores” en abstracto, donde el proletariado queda perdido y a la deriva; disuelto por los negacionistas y por los líderes sindicales con vistas a retrasar su adopción de autonomía de clase. Separan así al proletariado de su auto-conciencia, de su auto-identificación.

“¡La Aristocracia obrera, una teoría sociológica…!”, se defienden los negacionistas de su importancia. Pues nada: hubo alguien que una vez escribió “Lenin filósofo”. A la vista de la trivialización que cometen, estos negacionistas o frivolizadores podrían escribir otra obra: “Lenin sociólogo”. No sé si estos señores se darán o no cuenta de la magnitud de la tragedia que representan, pero negando la existencia de la Aristocracia obrera están inextricablemente negando la existencia del imperialismo, porque una y otra esfera no se pueden separar, y se relacionan en una dialéctica de mutua reproducción. Deberían volver al ABC y mirar el mundo, aunque sea por una vez, con ojos internacionalistas y dejando a un lado el chovinismo auto-defensivo que profesan. Porque negar la existencia de la Aristocracia obrera es, al nivel de la época del imperialismo que padece de pleno, sin relatividad posicional ni contrapartida estructural de ningún tipo, el 90% de nuestra especie, exactamente la misma “postura” de toda la fauna “alternativa” que niega la existencia del proletariado…, sin reflexionar respecto de que implícitamente con ello están afirmando que el Capital, la otra dimensión en la dialéctica, no existe.

Ya se sabe que, entre las condiciones permisivas para la pervivencia de la Aristocracia obrera, una de ellas consiste en negar hasta la saciedad su existencia, igual que la burguesía burocrática de la URSS tenía que auto-desvanecerse constantemente tras la cortina de humo que tendía con la inexistencia de propiedad privada jurídica. Porque claro, hoy en el mundo, la no posesión de titularidad jurídica sobre Medios de Producción ni sobre Factores Productivos como petróleo, gas, opio, hierro, zinc, cobre…, ¿significaría que las plusvalías mundiales no “viajan” tendencialmente concentrándose en las cúspides de la cadena imperialista?. Vemos, en cambio, que allí -en estos contextos nacionales o Estatales dominantes-, las plusvalías se “distribuyen socialmente” vía salarial nominal hacia una capa de trabajadores (minoritaria casi siempre pero mayoritaria en imperialismos de Primer Orden como Alemania, Suecia, Islandia, USA…) que proviene del proletariado histórico pero que pertenece ya al campo del Capital y lo co-gestiona a través de su parcela de poder político (sindicatos y algunas líneas dentro de la socialdemocracia), siendo tan clase dominante como lo es la burguesía monopolista, sectores de la burguesía media con poder de presión nacionalista, etc., y compartiendo entre ellos su democracia común, con todas sus contradicciones en disputa, faltaba más.

Los proletarios, aunque la mayoría no sepa aún representársela con un claro referente conceptual y en toda su magnitud de espectro social, ni sepa aún pensarla científicamente en sus dimensiones concretas de relación antagonista frente al proletariado, sabemos perfectamente que la “Aristocracia” obrera existe. Sabemos perfectamente de dónde proceden sus condiciones materiales de existencia particulares. Y sabemos cómo nos jode la “vida” y nos hunde en la miseria esa existencia suya, a través de su participación en el Bloque de clase dominante que posee el poder político (con sus instituciones, sus estatutos especiales, sus sindicatos).

Y sabemos cada vez más proletarios, qué significan para nuestra clase sus sindicatos y sus grupos socialdemócratas que siembran la mistificación en las filas proletarias a fin de confundirnos, paralizarnos o engancharnos tras las disputas entre la Aristocracia obrera y sus socios/competidores dentro del Bloque político-institucional dominante, todo en nombre de “la unidad de los trabajadores y las trabajadores”. Todo ello en nombre de la Kautskysta “clase trabajadora”, invento conceptual de la socialdemocracia -ejercicio divisionista con el que se separa al proletariado respecto de ganar su auto-conciencia a la vez que éste es absorbido como carne de cañón “opinante” y “manifestante” en esa fuerza inter-clasista de “los trabajadores” para mayor beneficio de una clase de trabajadores: la Aristocracia obrera. En el socialismo, el proletariado ejerciendo su dictadura sabremos poner a esa clase del Imperialismo en su sitio.

Afirmar que la Aristocracia obrera no existe -o que se trata de una “especie social” residual o de importancia secundaria- es afirmar que la reproducción de las relaciones imperialistas de dominación no gira a través de una base material sustentadora, compleja y laboral, a la que dialécticamente el imperialismo sustenta… ¿Se sustentaría, entonces, en el Cielo y en las ideas?. Por eso será entonces que Marx, al emprender un rápido e inconcluso ejercicio genealógico de la socialdemocracia dentro de su obra sobre las luchas de clases en Francia (ejercicio cuya profundización y desarrollo sería interesante que nos planteáramos los comunistas), identifica la germinación de esa ideología sobre un suelo material concreto, en lugar de tratarla como producto de un maquiavelismo de los patrones capitalistas malos ávidos de manipular al proletariado comprando a “sus líderes” y con unos artefactos ideológicos y organizativos de diseño cocidos en la cueva de su conspiración (pseudo-explicación maquiavélica y politicista muy propia de anarquistas).

¿De qué suelo subyacente es reflejo la socialdemocracia?. Es decir: ¿de qué relaciones de clase, y entre qué clases, dentro de un contexto preciso de desarrollo estatal y de fuerzas económicas al calor y al fuelle del desarrollo de la producción, procede esa ideología?. ¿Será casualidad -”contingencia” al decir de los postmodernos- que ella nazca en Francia durante su llamado “Segundo Imperio”?. Francia: cuando el colonialismo navega viento en popa en ultramar; cuando está pudiendo ser edificada una administración estatal que se amplía en cientos de miles de efectivos y que será modelo para el Estado Español isabelino y a fortiori durante su “Restauración”; cuando está en pleno funcionamiento, bajo alimento de los grandes financieros y gracias al expolio de ultramar, la producción expansiva de monopolios fabriles estatales que procedían de aquellas “Factorías Reales” fundadas desde el siglo XVII; cuando al interior de territorio estatal la clase dominante de una nación oprime a otras naciones, y son acrecentadas las ganancias gracias a la super-explotación de normandos, bretones, gascones… quienes sufren así mismo la expropiación territorial para fines acumulativos mediante la ampliación de la industria lanera; cuando se atenaza en minas y fábricas al proletariado nacionalmente oprimido -la otra cara sobre la que esa explotación exacerbada puede cabalgar- del Sarre, el Ruhr y esos territorios se mantienen bajo ocupación militar garante de organizarles “la vida” encauzada a dar rentabilidad a los monopolios galos y a “prestar” Capital Circulante a bajo costo para procesos de producción y de despliege de infraestructuras en Francia; etc.

Entonces, en ese marco histórico y político-territorial, la burguesía productiva francesa dependiente de la Banca y de los financieros-negociantes colonialistas, la pequeña burguesía, los viejos potentados gremiales cercados por las leyes burguesas, y la Aristocracia obrera trabajadora en el Estado, que ha ido desarrollándose junto a los procesos citados, y también al sol y a la lluvia del centralismo administrativo francés, se miran a los ojos con expectativas de grandeza -de hacerse valer en la compleja maraña de lucha de clases analizada por Marx en esa obra suya-, y de sus fogosas relaciones triádicas nace la socialdemocracia.

Con vistas a prosperar en la escalada competitiva hacia las cumbres del poder político-institucional, esas clases no se bastan a sí mismas, así que van a presentarse engalanadas ante su base social potencial: el proletariado, el semi-proletariado y el artesanado dependiente de la pequeña burguesía dominante en lo que queda aún de la organización gremial. A las demandas clásicas de radicalismo demócrata, reflejo del ansia pequeñoburguesa por ver rotos los obstáculos que la alejan de posicionarse en cuotas y parcelas de poder político, se les dio un tinte “rojo” de demandas de derechos no sólo democrático-cívicos, sino derechos “sociales”.

A las incrustaciones utópicas pre-marxistas que dominaban el ideario de las sectas, sociedades secretas, ligas, círculos impregnados de misticismo, organizaciones y grupos socialistas, se les quebró la punta idealista “revolucionaria” rupturista con el orden político vigente, y se reemplazó por ideales democráticos de lograr encaje en el Estado capitalista y predominio en sus organismos jurídicos y decisorios. “Así nació la socialdemocracia”, afirma Marx. Sí: esa criatura monstruosa de la que dicen ciertos sectores de la “izquierda comunista” que fue proletaria y revolucionaria hasta nada menos que “su traición” (¿?) en 1914. Ya hemos visto: la Aristocracia obrera no existe… La socialdemocracia tampoco entonces, porque sin trasfondo productivo material no hay producto ideal.

2. BASES MATERIALES DE LA HEGEMONÍA IDEOLÓGICA ARISTOBRERA. LA CUESTIÓN DE LAS MASAS PROLETARIAS “ADYACENTES” Y SU SEGUIDISMO

He hablado de la génesis de esta (relativamente) nueva clase, haciendo un repaso somero a sus bases materiales: a) Nueva escala geo-demográfica en la división del trabajo social motivada por la determinación a depositar en el exterior capitales excesivos y Fuerzas Productivas ya no movilizables bajo los límites de la producción nacional o continental europea; b) “Exportación” de Fuerza de Trabajo sobrante y no integrable dentro de esos límites nacionales, y su colocación bien en la administración colonial, bien en ejército, vigilancia y represión, caso del lumpenproletariado y de ciertas capas proletarias más pauperizadas, convictos, condenados por una penalidad que en su reforma asume el destierro a colonias, etc.; c) Saqueo imperialista y Leyes objetivas fecundadas por el Modo de Producción en ese estadio de su desarrollo.

He repasado, así mismo, el espectro de clases pre-existentes en las que halló anclaje y nutriente (proletariado, vieja burocracia, pequeña burguesía “profesional liberal”).

He hablado también de la ideología socialdemócrata (y sindicalista a partir de cierto momento) en tanto que proyección racional, política y representativa de la “Aristocracia” obrera, siendo esta última clase su base socio-económica.

Y, sin embargo, ¿en qué fundamentar el extraordinario anclaje sociológico que ha alcanzado esta clase en su desarrollo bajo la evolución del capitalismo?. ¿Cómo explicar su relativa -pero nada desdeñable- “masificación”?. ¿Y su hegemonía ideológica entre el conjunto del proletariado sobre sus referentes, modelos de objetivos, ideales normativos, metodología de luchas, atribución de “responsabilidades” y planteamiento de “alternativas”, formas organizativas, protestas…?.

Se rebatirá esta tesis, aludiendo al desgaste sindical y el desentendimiento proletario, poco menos que deserción. Pero, tras el desenganche, ¿acaso no irrumpen con fuerza “nuevas alternativas” de relevo y de movilización, capitaneadas también por una “Aristocracia” obrera ella misma rebotada con aquellos sindicatos que, en su confortable instalación estatal, se han “descuidado” respecto de defenderla y han permanecido pasivos ante la erosión de su viejo beneficio, que había sido reportado por el negocio de acordar vía Convenios Colectivos (Neo-corporativismo) las condiciones de la explotación proletaria?.

Ello es así hasta el punto de que los sindicatos han cedido en “la representación de la clase trabajadora” poco menos que finiquitando los Convenios Colectivos (por ejemplo: pacto reductor de los Convenios Intersectoriales y Provinciales en favor de la “negociación directa” en cada empresa). Con ello han dado campo ancho a la retención de plusvalías por parte de la burguesía monopolista y al desfalco europeo del resto vía servidumbre de Estado, a cambio de adjudicarse contra-prestaciones particulares dadas a la estructura sindical y a las empresas con Capital sindical.

Eso si nos referimos al Estado Español, donde el desprestigio sindical está reflejando un contexto de debilidad relativa estatal en la Cadena imperialista; contexto que obliga a estrechar el abanico del campo político dominante, procediendo a la defenestración de socios o al menos a su “marcaje exhaustivo”, siendo esta expropiación de capacidad política y en el manejo de las plusvalías y su reparto, un proceso que la Aristocracia obrera nota en sus carnes (revuelo sindical ante la reforma de la Constitución franquista de 1978, denuncia del “fin de la democracia y de la soberanía nacional” supuestamente propiciado por tales cambios introducidos en “la Carta Magna”, etc.).

Y aun así hay que relativizar el alcance de este decaimiento de referente sindical, siendo que, sin ir más lejos, en Alemania los sindicatos gozan de excelente salud entre “la opinión pública” de la Aristocracia obrera e incluso entre amplias franjas proletarias, habiendo preservado una potencia que es reflejo de la potencia alemana en el ejercicio de su hegemonía política y económica con vistas a la concentración/ distribución nacional de plusvalías. De donde se obtiene y hay, se puede sacar, de modo que los sindicatos “juegan” con lastre en su negociación/lucha neo-corporativa frente a Patronal y Bundesrat.

Pero entonces, la respuesta cuyo desarrollo estamos ensayando nos remite a la pregunta. Porque, sin ir más lejos bajo el Estado Español, donde la cuantía de la Aristocracia obrera no deja de ser minoritaria entre el universo total de asalariados, ¿cómo se explica su preponderancia política e ideológica entre los asalariados proletarios, manifestada en concepto de mitología sobre “lo público” entendido como “de todos”; de mitología sobre la posibilidad de “democracia para todos, para toda la sociedad”; de la idoneidad de “una banca nacional, banca de todos”; de la posibilidad de “otro Estado” que “obrara para los de abajo” desde las mismas instituciones existentes hoy, pero gracias a una (vista muy improbable, eso sí) “regeneración política” que pusiera a “políticos honrados” en los puestos de Gobierno; mitología en torno a una supuesta “izquierda de verdad” potencialmente operativa desde el Parlamento o desde instituciones cualesquiera pertenecientes al viejo poder, y que estaría siendo imposturada por una pseudo-izquierda; ideal normativo del Estado del Bienestar; reclamas de “justicia” en la repartición social de esfuerzos para salir de “la crisis” y en pro de recobrar la salud “de la economía”; etc.?.

Los izquierdistas responderán que el proletariado está poco menos que hechizado bajo el brumoso y abrumador peso de “la ideología dominante”. Claro, pero, en todo caso, ¿cómo llega a producirse esta hegemonía de ideas?; ¿acaso a través del Imperio de las Ideas mismo?. ¿No sería ésta una explicación idealista?. ¿Cuál habría de ser la base material de tal Potencia?. ¿No es acogerse a una concepción baja, “más bien fea” e injusta, superficial, respecto de nuestra clase, el presumirle ser una pandilla de borregos caminando hacia las falsas luces prendidas, como el perro del granjero erre que erre trotando hacia el sol, al que no llega jamás?.

¿Es que los proletarios somos tan irracionales?. ¿No habría que pensar más bien en el seguidismo ideológico como un planteamiento fundamentalmente racional, apoyado en una relativa “identidad” de intereses inmediatos (aunque, hay que recalcarlo, no históricos u objetivos de clase para sí) provocadora de “cohesión social”?.

¿No residirá el secreto de esta misteriosa influencia, en su base material favorecedora y receptiva, compuesta por franjas intermedias proletarias, relativamente numerosas, que, sin ser Aristocracia obrera, sí reciben por el Capital retribuciones salariales directas o diferidas que juntas suman por encima de su participación en el proceso colectivo generatriz de Valor? (“trabajo social” en la precisa acepción marxiana). ¿O, no llegando a tanto en la mayoría de casos, al menos sí suman por encima del Valor de esa Fuerza de Trabajo proletaria (de su reproducción), aunque el Valor que ese trabajo objetivado aporta directa o indirectamente continúe excediendo a esas retribuciones?.

Y, en este sentido, la acusada y acelerada pendiente de desgaste a través de la que hoy desciende este substrato para la relativa “cohesión de identidad y referentes”, en Estados como el español y otros, ¿está traduciéndose en afloramientos de disidencia proletaria? (desidere: “sentarse o posicionarse en otro espacio”).

¿O brillan estos ideales de “Estado de todos”, “democracia para todos”, “cobertura y prestaciones”, “trabajo digno”, “comercio a precios justos”…, con especial candor y refulgir, justo ahora en que titilan especialmente escasos, lejanos, pálidos, selectivos, e irreales en resumidas cuentas, y por ello quizás si cabe más valorados, preciados, reivindicados, presidentes del horizonte divisable entre quienes ven retirárseles siquiera ese techo y ese muro defensivo?.

El hallarse precipitándose por la pendiente, ¿estimula espontáneamente a intentar elevarse por sobre tal pendiente?; ¿o la reacción está siendo la de agarrarse con las uñas buscando echarle el pie a alguna terraza llana para plantarse en ella, conservándose cuanto se pueda conservar?. Y entre tanto, cuando cortocircuíta el acicate esperanzador de “las oportunidades” para “el trabajador”, siendo devenida ya stravaganza y casi quimera la apetecida tradicional delicatessen de atravesar las puertas reservadas a los electi -del selecto club de la 1ª categoría laboral de las prebendas y los triunfos-, ¿esos modelos normativos humanos flaquean en su capacidad de convocatoria masiva a la lucha por preservarles en sus fuertes?.

¿O las cualidades que encarnan estos “trabajadores ideales y cubiertos de Gloria”, extrañas ya como el sol hiperbóreo, imantan a los secundones a librar lucha por su pervivencia, con tanto más atracción cuanto que el esclavo se enfurece contra los tiempos iconoclastas que le arrebatan su icono, su esperanza, la encarnación humana de “su derecho a progresar”, al tiempo que ellos mismos saben que, si se osa tocar a los trabajadores blindados, eso significa que mucho más van a caer ellos rodando de cabeza?. “La religión es el suspiro de la criatura en pena. […] El corazón de un mundo sin corazón” (Marx en: Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel).

El modelo alusivo a cómo unas direcciones, cúpulas, cuadros, enlaces… “sobornados” maniobran por la integración proletaria en el sistema, olvida la cuestión de la integración real de parcialidades proletarias en posiciones materiales provistas por ese sistema; colchón o “tierra de nadie” en la estructura social así susceptible de ser colonizada inmediatamente a posteriori por la lógica del campo capitalista, al menos mientras esta lógica continúa pudiendo re-afirmar esta existencia. O incluso prolongándose más allá de haber el Capital desencadenado incoherencia (por su propio desarrollo), en un fenómeno análogo al que nos brindan esas lagartijas de dos cerebros, que continúan vivas y coleando acéfalas no importa si han sido decapitadas por un niño travieso. Cerebro ideológico autónomo, sobreviviente al desfase adaptativo y provisor real que el Modo de Producción ya presenta en anchos espacios nacionales del mundo capitalista.

2. i. Concentración imperialista de la propiedad sobre capitales, disparidad entre valores monetarios y mengua del valor de la Fuerza de Trabajo bajo los países opresores (o incremento de la plusvalía relativa). Desviación de porciones de ésta en la configuración de un “plus-salario”.

La exportación imperialista de capitales fue concentrándose en industrializar la tierra, aportando “racionalización” a ésta: nuevas técnicas y procesos, instalación de aparataje de siembra, “unificación” de los espacios de cultivo, “socialización” de una labor campesina antes atomizada en cada micro-mundo parcelario, introducción de una división orgánica del trabajo, etc. Coetáneamente hallamos una concentración de la inversión en capitales pesados, con cuya aplicación extraer, “drenar” de geografías y de países, Factores de Producción colocables en la industria de medios y “bienes”. Hallamos, a su vez, una incipiente destinación de capitales físicos hacia la construcción industrial de base, y hacia el despliegue de redes de transporte y comunicación por donde poner a rodar la proletarización y el saqueo.

Pero paralelamente asistimos ya desde el principio a una instalación de tramos de producción global, empezándose sobre todo con medios y con procederes pre-capitalistas (caso de los telares en India: “Dominación formal del Capital” en Marx) y con tendencia a exportar métodos industriales y maquinaria, apertura de instalaciones… (“Dominación real del Capital” en Marx).

Esta segunda línea de “dislocación” de capitales excedentarios en procesos productivos cada vez más “troceados” y al tiempo sirviendo a un “reciclaje funcional” de capitales en nuevos procesos, en nuevos valores de uso buscando combatir así su propia saturación orgánica, no podía más que ir irradiando e intensificándose con “el tiempo” (con el sucederse de los Ciclos de acumulación capitalista), puesto que, al estar en su base contradictoria estimulante (y limitativa) el menor crecimiento marginal por unidad de Valor adicional invertida, el antídoto se busca en sembrar más proletarización, en obtener mayor masa de plusvalía, en abrir nuevos terrenos productivos, en acelerar la descomposición de procesos y la desconcentración de capitales espacial y procesual: giro de tuerca, en fin, a la inversión en Capital Constante y por ende a la saturación.

¿Qué significa, trasladada al nivel de la plusvalía relativa, esta línea evolutiva del Modo de Producción?. ¿Cómo se traduce en el afloramiento de posiciones objetivas contradictorias en la estructura clasista del proletariado internacional?. El proceso es el siguiente:

Esta territorialización de dinámicas y de operaciones, que corre de la mano de la expropiación, abre un abismo entre, por un lado, ubicación de los capitales operativos (o circulantes) y, por otro, ubicación de la propiedad; brecha que se ensancha y continúa ensanchándose en correlación al proceso de creciente concentración en la titularidad real de capitales. En el plano de los estándares de Valor, esto se traduce como: divorcio colosal entre el PIB de los países oprimidos y su Producto Nacional real (participación real nacional en el pastel de las plusvalías, en los gastos de inversión y en los gastos de mantenimiento rentabilizable). Como el dinero solamente representa alrededor del Valor real de propiedad sobre el PIB total, se trata de países cuyas monedas atesoran escaso valor relativo en sus correspondencias con “monedas fuertes”, y, por su parte, la jerarquía política de ordenación inherente a la Cadena imperialista y a sus “organismos y fondos internacionales”, interviniendo en definir las paridades en los mercados monetarios, es copiosa lluvia sobre mojado.

La consecuencia es un panorama internacional de “especialización por exportaciones” donde a las burguesías imperialistas les resulta barato (re)producir en condiciones a la Fuerza de Trabajo del imperialismo, puesto que el Valor de la Fuerza de Trabajo no es otro que la suma de las mercancías necesarias a su sustentación hábil para el trabajo. En otras palabras: la porción salarial sobre la jornada laboral total es muy breve, ya que a estas burguesías les cuesta poco tiempo extraer de la Fuerza de Trabajo un Valor igual a sí misma, medida en concepto de mercancías socialmente necesarias (alimento, textil, salud relativa pero de funcionalidad laboral suficiente, vacaciones…).

Se advertirá que, entonces, el proletariado bajo los países imperialistas está objetivamente muy explotado: el segmento temporal de plustrabajo es muy largo, así que la Tasa de explotación tiende a ser cuantiosa. Pero esta relación internacional -caracterizada por la disparidad entre valores importados y exportados (entre índices de producción y propiedad real sobre capitales y mercancías)- es precisamente la que permite, en una paradoja, pagar una especie de “plus-salario” a esa Fuerza de Trabajo cuyo Valor estrictu sensu ha podido ir deviniendo extraordinariamente abaratado por la producción imperialista (desarrollo histórico de la plusvalía relativa). Este proletariado concreto, cuya participación en dinámicas colectivas de valorización da unas plusvalías colosales de conjunto (siendo los procesos productivos capitalistas producción hecha social), está explotado (y mucho, matemáticamente), NO PUDIENDO SER CONFUNDIDO CON LA “ARISTOCRACIA” OBRERA.

Y, sin embargo, ingresa un sobre-salario (por encima de su valor; no del plusvalor que genera directa o indirectamente) que le adscribe a ser retaguardia del reformismo y de la “Aristocracia” obrera. ¿Por una cuestión de falsa consciencia?: no fundamentalmente. La propia “Aristocracia” obrera, con consciencia de sí, ha sabido nutrir, cuidar y cultivar a sus rebaños. Y eso lo ha podido hacer con mayor o menor holgura, eso sí, según la posición ocupada por uno u otro país en la Cadena imperialista, y así también obtiene la cosecha de dispar cohesión obrera si comparamos, por ejemplo, a Suecia y su flamante “socialismo sueco” con España.

La “vida” de esas capas proletarias colindantes con la “Aristocracia” obrera ha sido durante más de un siglo abastecida y diseñada materialmente. Al tiempo que el reflejo mecánico inmediato de esa cotidianeidad sobre la conciencia, iba propiciando que, estando cubiertos los parámetros pre-fijados, ese “estilo existencial” donde lo que aparecía fenoménicamente por “satisfactorio”, coincidía con lo que era posible satisfacer, se auto-loaba exultante como “calidad de vida”.

“Paralelamente” a este último proceso, podría emprenderse una interesante y fructuosa sociología de cómo el brazo sindical en el trípode del Neo-corporativismo ha ido concretando en “Compromisos sociales”, “Acuerdos intersectoriales”, etc., el desgranamiento de porciones de plusvalías a invertir hacia abajo, en simétrico vuelco al trayecto permisivo anterior (de abajo arriba). Mientras con la mano derecha concilia este movimiento a “los intereses de conjunto”.

Es decir, velando por no hacer, esta re-distribución, disfuncional a la salud presupuestaria y crediticia de esa Totalidad capitalista de la que en el fondo depende su propia financiación institucional-representativa. Así como la de la “Aristocracia” obrera por ellos representada. Y la destinada a nutrir a su esponjosa retaguardia de obreritos cosificados en tanto que tales por sus necesidades auto-reconocidas y en el fondo también mecánicamente objetivadas como pieza de clase acompasada al artilugio sistémico capitalista (“La burguesía no ve en el proletario más que al obrero”, Marx).

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Poderío empresarial de los sindicatos generador de empleos. Abuso y carga de sobre-trabajo a “compañeros” por parte de cuadros sindicales, enlaces, “liberados”… Oportunidades selectivas de “carrera interna” laboral repartidas según mayor o menor “filia” sindical. Oportunidades en activos de cotización sindical o directamente en filiales sindicales o en empresas de co-propiedad sindical. Co-participación bursátil.

Patrullado sindical sobre la plantilla de trabajo e iniciativa sindical directa en proceder a despidos que sirvan de “saneamiento” a la economía de empresa. Informes sindicales al despido exclusionistas de proletarios “disfuncionales” cuya vida extra-laboral (por ejemplo, participación en luchas no formateadas) “se revela incompatible” con su permanencia en la empresa.

Sectores de fuerte implantación propietaria sindical (como es el caso de la construcción con CC.OO y el pluri-empresario Toxo). Dualización contractual y de nuestra clase en base a manejo sindical selectivo sobre Fuerza de Trabajo entrante (con sus inextricables caras de “protección” y de precariedad): por ejemplo, 60% de los asalariados españoles que no llegan ni a mileuristas versus más de 60.000 asalariados sólo en Catalunya quienes cobran un promedio de 400.000 euros anuales, u, otro ejemplo, el caso de la construcción, donde un contingente de obreros, capataces, suboficiales… (mejor pagados y de mayoría “autóctona”, aunque no todos) mandan sobre la división del trabajo en el tajo y se contraponen a otro contingente de precarios (de mayoría migrante, aunque no todos) sobre quienes hay descarga de plustrabajo mientras tienen que arreglárselas con 600 euros al mes.

Definición negociada trilateral (Patronal-Gobierno-sindicatos) de marcos contractuales y así abastecimiento selectivo de sueldos aristobreros (pero también a franjas más allá) gracias a la concreción de las condiciones de explotación proletaria, etcéteras.

En fin, esa sociología a que me he referido, podría extenderse a cómo la “Aristocracia” obrera, a través de la labor hecha por los órganos de representación a su servicio (y que vehiculan sus intereses y contradicciones concretas dentro del bloque -o conjunción- general de clases dominantes), ha desplegado redes sociales para la re-conexión de franjas proletarias más o menos anchas con la “cohesión social”, y así el fomento de innegable cuotas de solidaridad orgánica sobre una base material probada y relativamente provisora, soporte por decenios del epifenómeno ideológico, que, no obstante, sobrevive en sí y por sí, suspendido en el aire, a la erosión de sus bases, tal y como los fantasmas del pasado siguen pesando como una pesadilla sobre el alma de los vivos.

En torno al Antiimperialismo y la Liberación Nacional en la actualidad.

En el presente trabajo, queremos presentar una serie de reflexiones generales sobre las cuestiones, de vital importancia en el avance del proceso revolucionario del proletariado, de la lucha antiimperialista y de la liberación nacional (que están muy ligadas entre sí), con el fin de contribuir a su análisis colectivo por parte de la vanguardia teórica, teniendo en cuenta las condiciones generales de la época actual.

Sin menoscabo de que en el futuro desarrollemos análisis más profundos y detallados, este será de carácter muy general y para ir situando la cuestión en un marco de partida que resulte válido para irlo desarrollando progresiva y colectivamente.

Como venimos afirmando desde este espacio de “Revolución o Barbarie” la etapa actual es, desde el punto de vista del Movimiento Revolucionario del Proletariado, una etapa marcada por la derrota del que podemos denominar como Ciclo Revolucionario de Octubre y en el que el MC ha quedado derrotado, inmovilizado y desorientado en muy gran medida, tanto a nivel internacional como en la mayoría de los países y naciones.

El Movimiento Comunista ya no es está a la ofensiva a nivel internacional, como lo estuvo en el Ciclo de Octubre. Sólo hay ofensivas revolucionarias, muy prometedoras pero de corto alcance todavía, en unos pocos territorios. Ya no existe la Internacional Comunista ni nada que se le asemeje en cuanto a estructura y funciones como «Cuartel General» del Proletariado Revolucionario Internacional. Ya no hay ninguna potencia socialista ni ninguna alianza de Estados socialistas que pueda asistir de alguna manera a los brotes y movimientos revolucionarios locales. Es más, ya no hay casi verdaderos partidos comunistas en el mundo, sino que lo que existe mayoritariamente son las ruinas y residuos, desorientados e incapacitados revolucionariamente, del Ciclo de Octubre y un incipiente movimiento entre la vanguardia teórica, consciente de esta realidad, por la reconstitución de todo el Movimiento Revolucionario del Proletariado tras la derrota o agotamiento del Ciclo de Octubre.

Todo eso, que fueron posiciones y victorias logradas por el Movimiento Revolucionario Internacional, con mayor o mejor fortuna y acierto y mayor o menor nivel de desarrollo, ha desaparecido, derrotado por el imperialismo, los inevitables errores acumulados y, en enorme medida, por la penetración burguesa en el marxismo-leninismo en forma de revisionismo.

Cierto es que la derrota no ha sido total, hasta llevar a la extinción todo rastro de marxismo-leninismo y de su capacidad o potencial revolucionario, pero sí ha sido lo suficiente para considerarla una derrota grande, muy extensa y temporal que aún no ha sido superada, ni siquiera comenzada a superar.

Y todo esto obliga a redefinir muchos aspectos de la realidad que afectan a la praxis revolucionaria, entre los que se encuentra como uno de la mayor importancia la lucha antiimperialista y por la liberación nacional, dado que ahora el avance del imperialismo está libre de las trabas que le imponía la pasada ofensiva revolucionaria de proletariado a nivel internacional, incluso cuando ya la práctica totalidad de lo surgido de Octubre era presa del revisionismo antes de ser liquidadas por completo sus conquistas.

La lucha antiimperialista y por la liberación de las naciones oprimidas es, en consecuencia, una necesidad revolucionaria objetiva de la mayor importancia, pero, desgraciadamente, el enfoque de este tema entre buena parte de los comunistas de la actualidad está distorsionado por los remanentes del ciclo revolucionario ya cerrado y por el revisionismo que lo devoró (y sigue devorando en la actualidad) desde dentro.

Como consecuencia de esa deformación, introducida principalmente por el revisionismo de origen soviético, se tiende demasiado a considerar el imperialismo sólo o muy principalmente desde su aspecto de opresión y explotación de la mayoría de los Estados del mundo por parte de los Estados imperialistas, olvidando que el origen de ese fenómeno en el imperialismo actual está en el carácter de éste como la etapa superior del capitalismo y que , por tanto, esa opresión y explotación es inseparable de la naturaleza básica del imperialismo.

Fruto de esa deformación, que se centra en un aspecto secundario del imperialismo, erigiéndolo como su característica principal o su naturaleza esencial, incluso, se empezó a plantear el antiimperialismo en todo el MC que participó del revisionismo como la lucha por liberarse de la dominación del propio Estado por parte del Estado o alianza imperialista que lo somete, con el fin de emprender un desarrollo propio como Estado plenamente soberano, siendo este el objetivo estratégico a lograr y supeditando a él toda la estrategia subsiguiente.

Las potencias y países revisionistas elaboraron, como aporte supuesto del proletariado revolucionario internacionalista a la lucha antiimperialista, el concepto de «vía de desarrollo no capitalista» para establecer en los Estados que lograran éxito en aquella lucha antiimperialista, vista como liberación del yugo que le imponía la dominación del Estado o polo imperialista correspondiente, pues resulta evidente que para lograr esa liberación efectiva es necesario no sólo el romper los lazos políticos con el imperialismo, sino también los lazos económicos, para que la liberación del imperialismo no fuera sólo formal o político-jurídica.

Para asistirles en esa «vía de desarrollo no capitalista», que tampoco era socialista (ni carne, ni pescado, vamos, aunque no se sepa cómo eso era y es posible), ya estarían ahí las potencias revisionistas, que apoyarían al gobierno resultante de la alianza nacional «antiimperialista» en el desarrollo de la etapa democrático-popular mediante la cual se iría consolidando la ruptura de los lazos imperialistas y la construcción de un modelo económico y político independiente del imperialismo, que se iría encaminado, con ayuda revisionista externa, hacia el socialismo de manera «democrática», relativamente pacífica y gradual.

De este modo, no habría necesidad de agrupar a los sectores antiimperialistas nacionales en torno a un programa del proletariado revolucionario que pusiera como objetivo estratégico el Comunismo (pasando por la etapa democrático-popular bajo dirección del proletariado revolucionario), cosa a menudo nada fácil ni rápida de lograr en países atrasados y carentes de mayoría proletaria y en el que la correlación de fuerzas le sería en principio desfavorable al proletariado revolucionario. Así, con esa ayuda «antiimperialista» externa proporcionada por los «países socialistas», se podría llegar al objetivo bajo una alianza interclasista, patriótica y antiimperialista no dirigida por dicho proletariado revolucionario, sino por los sectores antimonopolistas y nacionalistas de la burguesía nacional, que se iría encaminando por la «vía de desarrollo no capitalista» gradualmente hacia una especie de «socialismo por vías pacíficas y democrático-populares». Es decir, se esquivaba la dictadura del proletariado y se creaba una supuesta nueva vía pacifica y “democrática” al socialismo. Eso, supuestamente haría más fácil articular la lucha antiimperialista, debilitando más rápidamente la cadena imperialista mundial y logrando un avance indirecto y más seguro del socialismo en el mundo, con la colaboración de los sectores burgueses y populares nacionalistas y antimonopolistas, pero no necesariamente socialistas ni consecuentemente revolucionarios, pero que aceptarían las reformas “no capitalistas” bien “dosificadas” y llevados por la necesidad de independencia respecto del imperialismo.

Es evidente que el fomento de ese tipo de «antiimperialismo» debilitaba temporalmente, al menos, la cadena imperialista internacional, que es algo siempre deseable y necesario para ser aprovechado por la ofensiva del proletariado revolucionario, que en la época del imperialismo vence conquistando el poder en los Estados burgueses debilitados, en los eslabones débiles de la cadena imperialista. Pero en esa época, ocurre que la ofensiva proletaria internacional había sido desplazada de la escena por el revisionismo organizado internacionalmente, como bien ha demostrado la historia reciente. Con lo que, a la larga, ha fortalecido de hecho el dominio imperialista del mundo.

El asunto de la liberación nacional, tan a menudo conectado en la actualidad de manera directa con el imperialismo, se enfocaba de forma sumamente parecida por parte del pretendido MC, que era en realidad ya Movimiento Revisionista para la erradicación encubierta del socialismo. Y que en realidad lo único que lograba (porque así lo pretendía) era el fortalecer los intereses geoestratégicos de las potencias revisionistas en su competencia contra las abiertamente imperialistas.

Pues bien, esa farsa, ese batiburrillo de falsedades antirrevolucionarias y por ello, revisionistas (apelando al marxismo-leninismo, provocaban su desactivación revolucionaria frente al imperialismo, de hecho) se ha traspasado casi sin modificación alguna a nuestra época en la mayor parte del supuesto MC, en la que no existen ya ni potencias socialistas, ni la IC, ni siquiera potencias revisionistas que jueguen a ser antiimperialistas y revolucionarias.

Como consecuencia, llegan a presentarse y a apoyarse como luchas antiimperialistas y de liberación nacional todas aquellas en que unos determinados sectores burgueses, apoyados por sectores populares, sólo están persiguiendo el zafarse del dominio sobre el propio Estado o nación de un Estado o alianza imperialista, sin que esa lucha se haga necesariamente bajo dirección del proletariado revolucionario, si no que basta con sólo que apele al «antiimperialismo», a la «liberación nacional» y, eso sí, a algún tipo vago, raro y supuestamente «democrático» de «socialismo»o de “democracia popular”. Un caso paradigmático muy claro en la actualidad es el de «Venezuela Bolivariana», por ejemplo, tan aplaudido y apoyado, «críticamente» o sin «peros» de ningún tipo, por una parte considerable de los autodenominados «partidos comunistas» de buena parte del mundo.

Y con ello se obvia que, efectivamente, con ese tipo de luchas se debilita temporalmente el polo imperialista que sometía y oprimía ese Estado o nación, pero que en ausencia de verdadero MR a la ofensiva, no hay forma revolucionaria de aprovechar ese debilitamiento temporal de la cadena imperialista. Durará lo que el polo imperialista desgarrado tarde en recuperarse del golpe y responder de una u otra forma, lo que tarde el nuevo Estado “libre” en depender de otro polo imperialista o lo que tarde en desarrollarse a sí mismo como Estado imperialista. Lo que antes suceda.

Se obvia también que, siendo en realidad el imperialismo la fase superior del capitalismo y que todos sus males y manifestaciones concretas surgen de esa base, la única forma de lucha verdaderamente antiimperialista, consecuente y hasta el final, es la lucha comunista, el avance del Socialismo Científico a nivel mundial. En otras palabras, que no hay más antiimperialismo que el marxismo-leninismo.

Y, por último, se obvia que sólo la lucha revolucionaria agrupada, organizada y dirigida entorno a y por el PC es la que puede llevar a cabo el antiimperialismo en cada rincón del mundo, al destruir el capitalismo (del que el imperialismo es «sólo» su fase superior de desarrollo) mediante la edificación del Comunismo.

La Internacional Comunista siempre defendió a los «movimientos nacional-revolucionarios» de los países oprimidos y de las colonias, pues estos movimientos, a pesar de que no podían ser aún genuinamente proletarios y revolucionarios, suponían un obstáculo para la dominación imperialista de gran parte del planeta y, en ese sentido, coadyuvaba al fortalecimiento de los lazos entre el Estado soviético, el proletariado internacional y las masas oprimidas de los países oprimidos. A eso se aferran quienes defienden el apoyo a las luchas antiimperialistas actuales carentes de dirección proletaria revolucionaria. Y lo que olvidan estos herederos directos del revisionismo es que ya no existe ninguna de las condiciones del MCI que la IC tenia en cuenta cuando elaboró esa postura. Y olvidan que la situación empezó cambiar radicalmente con la desaparición de la IC y con la victoria revisionista en el seno de la mayoría MC y de los países socialistas. No digamos ya con la derrota actual, que ha llevado a la inexistencia del MCI. Por todo ello, esa postura no es valida en la actualidad.

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En conclusión, que sólo mediante la reconstitución del PC y del MR en cada territorio, así como del Movimiento Revolucionario Internacional es que se podrá reconstituir las verdaderas luchas antiimperialista y de liberación nacional, organizadas en torno al PC en todos y cada uno de los casos, pues sólo el avance en la senda del Socialismo Científico, de la praxis marxista-leninista, lleva a completar los procesos y fases necesarios para erradicar el imperialismo y toda forma de opresión al avanzar en la edificación de la sociedad comunista.

Creemos que sin esa base, el antiimperialismo y la liberación nacional son espejismos que se desvanecerán en una reorganización del desarrollo concreto imperialista, pues si no se construye el comunismo, en la actualidad sólo se puede estar desarrollando el capitalismo, que ya alcanzó la fase imperialista hegemónica hace mucho tiempo. Lo único que se habrá logrado si no, es alterar el desarrollo imperialista en curso hasta el triunfo de esas falsas luchas «antiimperialistas» y de «liberación nacional».