La dictadura del proletariado y los sindicatos

1El texto que publicamos a continuación es un análisis muy interesante y complejo sobre los sindicatos en el seno del Estado proletario. El documento, aunque ya existe en la red (concretamente en la obra completa digitalizada de Lenin y en alguna página como texto independiente, pero, a nuestro juicio, con poca calidad y de difícil lectura), ha sido digitalizado por uno de los miembros de este blog. Ha sido transcrito del libro Acerca de los sindicatos, una compilación de textos de Lenin sobre los sindicatos editada por Akal en 1975.

Este documento forma parte de una resolución publicada por el PC(b) de Rusia, el 12 de enero de 1922, en plena fase de la NEP y en un periodo de enormes dificultades para la construcción del socialismo en la Rusia soviética. Recordemos que fue en este periodo cuando se produjo un enconado debate en el seno de la vanguardia bolchevique en torno a la cuestión sindical, la llamada -por el PC(b) de Rusia- «desviación sindicalista y anarquista en nuestro Partido», los enfrentamientos entre Trotsky y Lenin, así como entre este último y la tendencia izquierdista del Partido sobre la cuestión sindical.

Son muchas, interesantes y muy complejas las cuestiones que trata esta resolución del PC(b) de Rusia. Así, analiza de forma somera las relaciones entre la Nueva Política Económica y los sindicatos, el capitalismo de Estado en el Estado proletario y los sindicatos, las diferencias básicas entre el papel de los sindicatos en un Estado burgués y en uno proletario, la imbricación de los sindicatos en los organismos económicos y públicos del Estado proletario o la cuestión de las organizaciones sindicales y los especialistas.

Aprovechamos para comunicaros que este texto irá encuadrado en el apartado de «Teoría revolucionaria» del blog y, dentro de este, en el de «Organizaciones históricas del movimiento comunista internacional», espacio en el que iremos subiendo los documentos más interesantes de las grandes organizaciones del movimiento comunista internacional que han protagonizado las distintas experiencias socialistas (como el POSDR(b) -después PC(b) de Rusia y, por último, PCUS-, el PCCh o el PTA), además de documentos de la Asociación Internacional de los Trabajadores y otras organizaciones revolucionarias históricas.

Una vez más, insistimos en nuestro propósito de seguir realizando un balance crítico del movimiento comunista internacional, y ello con el objetivo claro y necesario de estudiar a fondo las causas de la derrota de la oleada revolucionaria inaugurada por la Revolución de Octubre. En este sentido, iremos estudiando progresivamente las aportaciones más valiosas de las tres grandes experiencias de construcción socialista, la URSS, la China Popular y la República Popular de Albania, así como los errores que provocaron las derrotas de estas experiencias revolucionarias y, en general, de un movimiento comunista internacional que, actualmente, se encuentra en situación de coma inducido por varias décadas de hegemonía (total o parcial en función del periodo y el lugar concretos) del revisionismo.

Para nosotros, aunque por supuesto cada experiencia socialista aportó al mundo lecciones particulares sobre cómo se conquista, ejerce y desarrolla la dictadura del proletariado, los tres modelos de construcción del socialismo han sido episodios muy valiosos para la madurez de la teoría revolucionaria del proletariado internacional. En este sentido, siempre dejaremos a un lado cualquier tipo de escolasticismo, sectarismo y apriorismo sobre las enseñanzas de cada una de estas experiencias, rehuyendo simplificaciones y dogmatismos oportunistas sobre las experiencias revolucionarias china y albanesa y, por último, tratando de rescatar y sintetizar lo más valioso de todo este bagaje teórico-práctico para encarar con fuerza redoblada la reconstitución del movimiento comunista en todos los países del mundo en general, así como en el Estado español en particular.

2ACERCA DEL PAPEL Y DE LAS TAREAS DE LOS SINDICATOS EN LAS CONDICIONES DE LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA

RESOLUCIÓN DEL CC DEL PC(b) DE RUSIA DEL 12 DE ENERO DE 1922

1. LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA Y LOS SINDICATOS

La nueva política económica introduce una serie de modificaciones sutanciales en la situación del proletariado y, por consiguiente, en la de los sindicatos. La masa aplastante de los medios de producción en la esfera de la industria y el transporte queda en manos del Estado del proletario. Junto a la nacionalización de la tierra, esta circunstancia demuestra que la nueva política económica no varía la esencia del Estado obrero, modificando, sin embargo, esencialmente los métodos y las formas de la construcción socialista, puesto que admite la emulación económica entre el socialismo en construcción y el capitalismo, que aspira a resurgir, a base de dar satisfacción, a través del mercado, a los muchos millones de campesinos.

Los cambios de forma en la construcción socialista están motivados por la circunstancia de que, en toda la política de transición del capitalismo al socialismo, el Partido Comunista y el Poder soviético emplean ahora métodos especiales para esta transición, actúan en una serie de aspectos por métodos diferentes que antes, conquistan una serie de posiciones «mediante un nuevo rodeo», por decirlo así, realizan un despliegue para pasar nuevamente, más preparados, a la ofensiva contra el capitalismo. Particularmente, son admitidos hoy y se desarrollan el libre comercio y el capitalismo, que deben estar sujetos a una regulación por el Estado, y, por otra parte, las empresas estatales socializadas se reorganizan sobre la base de la llamada autogestión financiera, es decir, del principio comercial, lo que dentro de las condiciones de atraso cultural y de agotamiento del país, inevitablemente hará surgir, en mayor o menor grado, en la conciencia de las masas la contraposición entre la administración de determinadas empresas y los obreros que trabajan en ellas.

2. EL CAPITALISMO DE ESTADO EN EL ESTADO PROLETARIO Y LOS SINDICATOS

El Estado proletario, sin variar su esencia, puede admitir la libertad de comercio y el desarrollo del capitalismo solo hasta ciertos límites y únicamente a condición de una regulación por parte del Estado (vigilancia, control, determinación de formas, orden, etc.) del comercio privado y del capitalismo privado. El éxito de tal regulación depende no solo del poder estatal, sino más aún, del grado de madurez del proletariado y de las masas trabajadores en general, de su nivel cultural, etc. Pero aun cuando se efectúe con todo éxito tal regulación, subsiste indiscutiblemente el antagonismo de los intereses de clase entre el trabajo y el capital. Por eso, una de las tareas más importantes de los sindicatos es, desde este momento, la defensa, en todos los aspectos y por todos los medios, de los intereses de clase del proletariado en su lucha contra el capital. Esta tarea debe ser colocada abiertamente en uno de los primeros lugares; el aparato de los sindicatos debe ser reconstruido en correspondencia con esto, modificando o complementando (deben organizarse comisiones para el arbitraje de conflictos, deben crearse fondos para los casos de huelga, fondos de ayuda mutua, etc.).

3. LAS EMPRESAS DEL ESTADO REORGANIZADAS SOBRE LA BASE DE LA LLAMADA AUTOGESTIÓN FINANCIERA Y LOS SINDICATOS

La reorganización de las empresas del Estado sobre la base de la llamada autogestión financiera está ligada inevitablemente e indisolublemente con la nueva política económica y, en un futuro próximo, no cabe duda que este tipo será el predominante, si no el único. Esto significa de hecho, dentro de la situación de libre comercio admitido y en desarrollo, el paso de las empresas del Estado, en un grado considerable, al principio comercial. Esta circunstancia, debida a la apremiante necesidad de elevar la productividad del trabajo, de lograr que cada empresa del Estado trabaje sin pérdidas y sea rentable, y a los inevitables intereses y al exceso de celo de los respectivos departamentos, engendra de manera indefectible cierta contradicción de intereses en las cuestiones referentes a las condiciones de trabajo en las empresas, entre la masa obrera y los directores, los administradores de las empresas estatales o los departamentos a los que pertenecen. Por eso, en lo que respecta a las empresas socializadas, recae incondicionalmente sobre los sindicatos la obligación de defender los intereses de los trabajadores, de contribuir, en la medida posible, a mejorar sus condiciones materiales de existencia, corrigiendo constantemente los errores y las exageraciones en los organismos económicos, por cuanto estos errores y exageraciones se derivan de la deformación burocrática del aparato del Estado.

4. DIFERENCIA ESENCIAL ENTRE LA LUCHA DE CLASE DEL PROLETARIADO EN UN ESTADO QUE RECONOCE LA PROPIEDAD PRIVADA SOBRE LA TIERRA, LAS FÁBRICAS, ETC., Y CUYO PODER POLÍTICO SE ENCUENTRA EN MANOS DE LA CLASE CAPITALISTA, Y LA LUCHA ECONÓMICA DEL PROLETARIADO EN UN ESTADO QUE NO RECONOCE LA PROPIEDAD PRIVADA SOBRE LA TIERRA Y SOBRE LA MAYORÍA DE LAS GRANDES EMPRESAS EN UN ESTADO CUYO PODER POLÍTICO SE ENCUENTRA EN MANOS DEL PROLETARIADO

Mientras existen las clases, la lucha de estas es inevitable. Durante el periodo de transición del capitalismo al socialismo es inevitable la existencia de las clases; y el programa del PC de Rusia dice, de una manera absolutamente precisa, que solo estamos dando los primeros pasos en la transición del capitalismo al socialismo. Por eso, tanto el Partido Comunista como el Poder soviético, lo mismo que los sindicatos, deben reconocer abiertamente la existencia de la lucha económica y su inevitabilidad, en tanto que no se termine, aunque solo sea en lo fundamental, la electrificación de la industria y la agricultura, en tanto que con ello no se corten todas las raíces de la pequeña economía y del dominio del mercado.

Por otra parte, es evidente que la meta final de la lucha huelguística dentro del capitalismo es la destrucción del aparato del Estado, el derrocamiento del poder del Estado de determinadas clases. Y en un Estado proletario de tipo transitorio, como es el nuestro, el objetivo final de toda actuación de la clase obrera puede ser solamente el fortalecimiento del Estado proletario y del poder del Estado proletario de clase, mediante la lucha contra las deformaciones burocráticas en este Estado, contra sus defectos y yerros, contra los apetitos de clase de los capitalistas que se esfuerzan por desembarazarse del control de este Estado, etc. Por lo tanto, ni el Partido Comunista, ni el Poder soviético, ni los sindicatos deben olvidar de ningún modo, y no deben ocultarlo a los obreros y a las masas trabajadoras, que el empleo de la lucha huelguística en un Estado con un poder estatal proletario puede explicarse y justificarse exclusivamente por la deformación burocrática del Estado proletario y por toda clase de reminiscencias del pasado capitalista en sus instituciones, de un lado, y la falta de desarrollo político y el atraso cultural de las masas trabajadoras, de otro lado.

Por eso, en orden a los rozamientos y conflictos entre grupos aislados de la clase obrera y empresas y organismos aislados del Estado obrero, la tarea de los sindicatos estriba en contribuir al arreglo más rápido y menos penoso de los conflictos, con el máximo de ventajas para los grupos obreros que estos sindicatos representan, en la medida que dichas ventajas pueden ser aprovechadas sin perjuicio para otros grupos y sin daño para el desarrollo del Estado obrero y su economía, ya que solo este desarrollo puede crear las bases para el bienestar material y espiritual de la clase obrera. El único método acertado, sano y conveniente de liquidar los rozamientos y conflictos entre grupos aislados de la clase obrera y los organismos del Estado obrero es la participación de los sindicatos como intermediarios, los cuales, representados por sus organismos correspondientes, entran en negociaciones con los respectivos organismos económicos interesados en la cuestión, a base de reivindicaciones y proposiciones exactamente formuladas por ambas partes, o bien apelan a instancias superiores del Estado.

En caso de que las acciones desacertadas de los organismos económicos, el atraso de determinados grupos obreros, la obra provocadora de elementos contrarrevolucionarios o, por último, la falta de previsión de las mismas organizaciones sindicales conduzcan a conflictos declarados en forma de huelgas en las empresas del Estado, etc., la tarea de los sindicatos es contribuir a que los conflictos sean liquidados del modo más rápido, tomando medidas derivadas del carácter de la labor sindical: adopción de medidas para liquidar las verdaderas injusticias y las anormalidades y para satisfacer las demandas justas y realizables de las masas, influencia política sobre estas últimas, etc.

Uno de los criterios más importantes e infalibles de la justedad y del éxito del trabajo de los sindicatos es el tener en cuenta en qué grado de eficacia evitan los conflictos de masas en las empresas del Estado mediante una política previsora, encaminada a la verdadera y completa salvaguardia de los intereses de la masa obrera y a la eliminación oportuna de las causas de los conflictos.

5. RETORNO A LA AFILIACIÓN VOLUNTARIA EN LOS SINDICATOS

La actitud formal que adoptan los sindicatos en la inscripción como miembros de los mismos de todos los trabajadores asalariados, sin exclusión, ha introducido cierto grado de deformación burocrática en los sindicatos y el aislamiento de los mismos de las amplias masas de sus afiliados. Por lo tanto, es preciso llevar a efecto con toda decisión la afiliación voluntaria en los sindicatos, tanto en lo que respecta al ingreso individual como al colectivo. De ningún modo se debe exigir a los miembros de los sindicatos que profesen un determinado credo político; en este sentido, lo mismo que con respecto a la religión, los sindicatos no deben ser una organización de partido. En un Estado proletario debe exigirse de los miembros de los sindicatos solo la comprensión de la disciplina entre camaradas y de la necesidad de que las fuerzas obreras se unan para defender los intereses de los trabajadores y para ayudar al poder de los trabajadores, es decir, al Poder soviético. El Estado proletario debe estimular la unión sindical de los obreros, tanto en el sentido jurídico como en el material. Pero los sindicatos no deben tener ningún derecho sin deber.

6. LOS SINDICATOS Y LA ADMINISTRACIÓN DE LAS EMPRESAS

El interés principal y más fundamental del proletariado, después de haber sido conquistado por este el poder estatal, es el aumento de la cantidad de productos y la elevación gran escala de las fuerzas productivas de la sociedad. Esta tarea, planteada con toda claridad en el programa del PC de Rusia, se ha hecho aún más perentoria ahora en nuestro país debido al estado de ruina de la postguerra, el hambre y el desbarajuste. Por eso, el éxito más rápido y sólido posible en la restauración de la gran industria es una condición sin la cual no se concibe el éxito de toda la causa de emancipar el trabajo del yugo del capital, no se concibe el triunfo del socialismo; pero, a su vez, semejante éxito requiere, indudablemente, dentro de la situación de Rusia, la concentración de todo el poder en manos de las administraciones de las fábricas. Estas administraciones, establecidas por regla general sobre el principio de la dirección unipersonal, deben determinar independientemente tanto la cuantía de los salarios como la distribución de los fondos, los racionamientos, la ropa de trabajo y toda otra clase de aprovisionamiento, a base y dentro de los límites de los contratos colectivos firmados con los sindicatos y teniendo el máximo de libertad para maniobrar, comprobando del modo más riguroso los éxitos reales obtenidos en el aumento de la producción sin pérdidas y con ganancias, seleccionando con la mayor escrupulosidad los más destacados e inteligentes administradores, etc.

Toda intervención directa de los sindicatos en la administración de las empresas, en estas condiciones, debe considerarse, indudablemente, nociva e inadmisible.

Pero sería completamente equivocado interpretar esta indiscutible verdad en el sentido de que se niegue a los sindicatos el derecho a participar en la organización socialista de la industria y en la dirección de la industria estatal. Esta participación es necesaria en formas determinadas con toda precisión, como son las siguientes.

7. EL PAPEL Y LA PARTICIPACIÓN DE LOS SINDICATOS EN LOS ORGANISMOS ECONÓMICOS Y PÚBLICOS DEL ESTADO PROLETARIO

El proletariado es el fundamento de clase del Estado que efectúa la transición del capitalismo al socialismo. En un país en el que predominan en un grado enorme los pequeños campesinos, el proletariado puede cumplir con éxito esta tarea solo a condición de que la ligazón con la aplastante mayoría de los campesinos se lleve a cabo de un modo extraordinariamente hábil, cauteloso y gradual. Los sindicatos deben ser el colaborador más directo e imprescindible del poder del Estado, cuya dirección en toda su labor política y económica está a cargo de la vanguardia consciente de la clase obrera: el Partido Comunista. Siendo, en general, escuela de comunismo, los sindicatos deben ser en particular escuela de administración de la industria socialista (y luego, gradualmente, de la agricultura) para toda la masa de obreros, y después para todos los trabajadores.

Partiendo de estas tesis de principio, es preciso establecer para un periodo próximo las siguientes formas fundamentales de participación de los sindicatos en los organismos económicos y públicos del Estado proletario:

1. Los sindicatos participan en la creación de todos los organismos económicos y organismos del Estado ligados con la economía, proponiendo a sus candidatos e indicando su antigüedad, experiencia, etc. La decisión de la cuestión corresponde exclusivamente a los organismos económicos, sobre quienes recae también toda la responsabilidad por la labor de los organismos correspondientes. Juntamente con esto, los organismos económicos han de tener en cuenta la apreciación de todos los candidatos hecha por los respectivos sindicatos.

2. Una de las tareas más importantes de los sindicatos es la de promover y preparar a administradores salidos de las masas obreras y trabajadoras en general. Si hoy contamos con decenas de tales administradores de la industria, suficientemente capacitados, y con centenares de estos más o menos aptos en un futuro próximo precisaremos a centenares de los primeros y millares de los segundos. La estadística sistematizada de todos los obreros y campesinos capaces de desempeñar esta función y el control escrupuloso, detallado y práctico del éxito de su aprendizaje en punto a la administración, deben ser realizados por los sindicatos de un modo mucho más minucioso y perseverante que hasta hoy.

3. Es preciso intensificar la participación de los sindicatos en todos los organismos de planificación del Estado proletario, en la elaboración de los planes económicos y de los programas de producción y de gasto de los fondos de aprovisionamiento material de los obreros, en la selección de las empresas cuyo abastecimiento queda a cargo del Estado, de las que se entregan en arriendo o en calidad de concesión, etc. Sin hacerse cargo directo de ninguna clase de funciones de control sobre la producción en las empresas particulares y arrendadas, los sindicatos intervienen en la regulación de la producción capitalista privada exclusivamente a través de su participación en los organismos estatales correspondientes. Además de la participación de los sindicatos en toda la labor cultural y educativa y en la propaganda en la esfera de la producción, tal actividad de los sindicatos debe atraer a las masas trabajadoras a toda la construcción de la economía del Estado, haciéndoles conocer todo el ciclo de la vida económica, todo el ciclo del trabajo industrial, desde la preparación de la materia prima hasta la venta del producto, y dándoles una idea cada vez más concreta del plan estatal único de la economía socialista, así como del interés práctico que representa para los obreros y los campesinos la realización de este plan.

4. La fijación de tarifas y normas de abastecimiento, etc., representa una de las partes integrantes y necesarias de la labor de los sindicatos en la construcción del socialismo y de su participación en la administración de la industria. En particular, los tribunales disciplinarios deben elevar indeclinablemente la disciplina de trabajo y desarrollar las formas educativas de la lucha por ella y por el aumento de la productividad, sin inmiscuirse de ningún modo en las funciones de los tribunales populares en general ni en las funciones de la administración.

Esta relación de las funciones más fundamentales de los sindicatos en la construcción de la economía socialista debe ser, claro está, minuciosamente detallada por los organismos correspondientes de los sindicatos y del Poder soviético. Lo más esencial para levantar la economía nacional y fortalecer el Poder soviético es -teniendo presente la experiencia de la enorme labor realizada por los sindicatos en la organización de la economía y su administración, así como los errores, que no poco daño ocasionaron, por la intervención directa, sin preparación, incompetente e irresponsable en la administración-, pasar de un modo consciente y decidido a una tesonera labor positiva durante una larga serie de años, dedicada a la instrucción práctica de los obreros y de todos los trabajadores en la administración de la economía de todo el país.

8. LIGAZÓN CON LAS MASAS COMO CONDICIÓN FUNDAMENTAL PARA TODA LABOR DE LOS SINDICATOS

La ligazón con las masas, es decir, con la enorme mayoría de los obreros (y luego con todos los trabajadores) es la condición más importante, la fundamental para lograr éxito en cualquier actividad que desplieguen los sindicatos. Desde abajo hasta lo más alto de la organización de los sindicatos y de su aparato debe ser creado y comprobado en la práctica, basándose en la experiencia de una larga serie de años, todo un sistema de camaradas responsables, entre los cuales deben figurar obligatoriamente no solo los comunistas, que deben vivir muy dentro de la vida obrera, conocerla en todos sus aspectos, saber determinar infaliblemente en cualquier cuestión y bajo cualquier circunstancia el estado de ánimo de las masas, sus verdaderas aspiraciones, necesidades y pensamientos, saber determinar, sin la menor sombra de falsa idealización, su grado de conciencia y la fuerza de la influencia de estos o los otros prejuicios y reminiscencias del pasado, saber conquistarse una confianza ilimitada de las masas con una actitud de camaradería ante ellos, con una solícita satisfacción de sus necesidades. Uno de los mayores y más terribles peligros para un Partido Comunista numéricamente modesto y que, a título de vanguardia de la clase obrera, dirige a un enorme país que efectúa (por el momento sin gozar todavía del apoyo directo de los países más adelantados) la transición al socialismo, es el peligro de quedarse apartado de las masas, el peligro de que la vanguardia avance demasiado lejos sin «estar alineado el frente», sin conservar una ligazón estrecha con todo el ejército del trabajo, es decir, con la inmensa mayoría de la masa obrera y campesina. Lo mismo que la mejor fábrica con un magnífico motor y con máquinas de primera categoría no podrá funcionar si está averiado el mecanismo de transmisión que va del motor a las máquinas, igualmente será inevitable la catástrofe de nuestra construcción socialista si no está estructurado de manera acertada o trabaja con fallos el mecanismo de transmisión del Partido Comunista a las masas: los sindicatos. No es suficiente esclarecer, recordar y corroborar esta verdad, es preciso fijarla orgánicamente en toda la estructuración de los sindicatos y en su labor cotidiana.

9. CARÁCTER CONTRADICTORIO DE LA SITUACIÓN DE LOS SINDICATOS BAJO LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

De todo lo expuesto más arriba se deducen una serie de contradicciones entre las diversas tareas de los sindicatos. Por una parte, su principal método de acción es la persuasión, la educación; por otra parte, como participan en el poder estatal, no pueden negarse a participar en la coacción. Por un lado, su tarea principal es la defensa de los intereses de las masas trabajadoras en el sentido más directo y próximo de la palabra; pero, al mismo tiempo, no pueden renunciar a la presión siendo participantes del poder estatal y constructores de toda la economía nacional en su conjunto. Por una parte, deben trabajar al estilo militar, puesto que la dictadura del proletariado es la guerra de clases más encarnizada, más empeñada y más desesperada, y por otra parte, precisamente a los sindicatos, menos que a cualquier otro organismo, les son adecuados los métodos específicamente militares de trabajo. Por una parte, deben saber adaptarse a las masas, al nivel en que estas se encuentran; y por otra parte, de ningún modo deben alentar los prejuicios y el atraso de las masas, sino que deben elevarlas constantemente a su nivel cada vez más alto, etc., etc. Estas contradicciones no son casuales y no podrán ser liquidadas en el transcurso de varias decenas de años, puesto que, mientras queden vestigios del capitalismo y de la pequeña producción, son inevitables las contradicciones en toda la estructura social entre estos vestigios y los brotes del socialismo.

Las deducciones prácticas que se desprenden son de dos aspectos. Primero: para que la labor de los sindicatos sea eficaz, no basta comprender bien sus tareas, no basta estructurarlos con acierto; es preciso, además, un tacto singular, saber aproximarse a las masas de un modo especial en cada caso concreto, logrando, con el mínimo de rozamientos, elevarlas a un grado más alto en el aspecto cultural, económico y político.

Segunda deducción: las contradicciones citadas engendran inevitablemente conflictos, desacuerdos, rozamientos, etc. Es necesaria una instancia superior, con suficiente autoridad, para resolverlos en el acto. Tal instancia es el Partido Comunista y la unión internacional de los partidos comunistas de todos los países: la Internacional Comunista.

10. LOS SINDICATOS Y LOS ESPECIALISTAS

Las tesis fundamentales acerca de esta cuestión se hallan expuestas en el programa del PC de Rusia. Pero quedarán solo en el papel, si no se fija reiteradamente la atención sobre hechos que demuestran el grado de su realización en la práctica. Durante los últimos tiempos, tales hechos son los siguientes: primero, casos de asesinatos de ingenieros, cometidos por obreros de minas socializadas, no solo de los Urales, sino también de la cuenca del Donetz; segundo, el suicidio del ingeniero jefe del servicio de abastecimiento de aguas de Moscú, V. Oldenborger, debido a las intolerables condiciones de trabajo creadas por la conducta incompetente e inadmisible de los miembros de la célula comunista, así como de los organismos del Poder soviético, lo que obligó al Comité Ejecutivo Central de toda Rusia a encomendar a los tribunales el examen de todo este asunto.

La culpabilidad por semejantes hechos recae en un grado incomparablemente mayor sobre el Partido Comunista y el Poder soviético en su conjunto que sobre los sindicatos. Pero no se trata ahora de establecer el grado de culpabilidad política, sino de sacar deducciones políticas concretas. Si todas nuestras instituciones dirigentes, es decir, tanto el Partido Comunista como el Poder soviético y los sindicatos, no consiguen que cuidemos como las niñas de nuestros ojos a cada uno de los especialistas que trabajan a conciencia, con conocimiento y amor hacia su trabajo, aunque sean completamente ajenos al comunismo en el aspecto ideológico, no se podrá hablar de éxitos serios de ningún género en la construcción socialista. Todavía no podremos realizarlo pronto, pero, cueste lo que cueste, debemos conseguir que los especialistas, como capa social particular, que continuará siendo capa particular hasta que se haya logrado alcanzar el grado más alto de desarrollo de la sociedad comunista, vivan mejor bajo el socialismo que bajo el capitalismo, tanto en el aspecto material como en el jurídico, tanto en lo que atañe a la colaboración de camaradería con los obreros y campesinos como en el sentido ideológico, es decir, en el sentido de experimentar satisfacción por su trabajo y por la conciencia de la utilidad social del mismo, independizados de los intereses egoístas de la clase capitalista. Nadie estará de acuerdo en reconocer como satisfactoriamente organizado, siquiera sea en grado mínimo, un departamento que no realice una labor metódica y eficiente, encaminada a satisfacer todas las necesidades de los especialistas, a estimular a los mejores, a defender y salvaguardar sus intereses, etc.

Los sindicatos deben desplegar su actividad en todos estos aspectos (o participar de manera sistemática en el trabajo respectivo de todos los departamentos), no desde el punto de vista de los intereses de cada departamento, sino desde el punto de vista de los intereses del trabajo y de la economía nacional en su conjunto. A los sindicatos incumbe, en relación con los especialistas, la más dura y difícil labor de ejercer influencia cotidiana sobre las más amplias masas de los trabajadores para crear justas relaciones mutuas entre estos y los especialistas; solo una labor tal es capaz de dar resultados prácticos de verdadera importancia.

11. LOS SINDICATOS Y LA INFLUENCIA PEQUEÑOBURGUESA SOBRE LA CLASE OBRERA

Los sindicatos son solamente efectivos cuando unifican capas muy amplias de obreros sin partido. De aquí que, sobre todo en un país en el que tienen un enorme predominio los campesinos, surja de modo inevitable una relativa estabilidad, precisamente en los sindicatos, de las influencias políticas que forman una superestructura sobre los vestigios del capitalismo y sobre la pequeña producción. Estas son influencias pequeñoburguesas, es decir, por una parte, eseristas y mencheviques (una variedad rusa de los partidos de la II Internacional y de la Internacional II y media)* y, por otra parte, anárquicas; solo en el seno de estas corrientes ha quedado cierto número de personas que defienden el capitalismo, no por motivos egoístas de clase, sino ideológicamente, conservando su creencia de que la «democracia», la «igualdad», la «libertad» en general, predicadas por ellas, tienen un valor al margen de las clases.

Precisamente por el motivo económico-social ya indicado y no por el papel de grupos aislados, y menos aún de individuos aislados, es preciso explicar las reminiscencias (y raras veces el resurgimiento) de semejantes ideas pequeñoburguesas en los sindicatos, reminiscencias que se observan en nuestro país. Tanto el Partido Comunista como las instituciones soviéticas que llevan a cabo una labor cultural y educativa, así como todos los comunistas en el seno de los sindicatos, deben por eso dedicar mucha mayor atención a la lucha ideológica contra las influencias, corrientes y desviaciones pequeñoburguesas que tienen lugar dentro de los sindicatos; tanto más que la Nueva Política Económica no puede dejar de conducir a cierto fortalecimiento del capitalismo. Es imperiosamente necesario un contrapeso a esto en forma del reforzamiento de la lucha contra las influencias pequeñoburguesas sobre la clase obrera.

El CC del PC(b) de Rusia

Escrito del 30 de diciembre de 1921                                                      T. 33, págs. 159-170
al 4 de enero de 1922. Publicado el
17 de enero de 1922 en el núm. 12
de Pravda.

* La Internacional II y media fue fundada en Viena en febrero de 1921 en la Conferencia de partidos y grupos centristas que abandonaron temporalmente la II Internacional bajo la presión de las masas obreras revolucionarias. En 1923, la II Internacional y media se unió de nuevo a la II Internacional.

Artículo sobre la aristocracia obrera

Nota de Revolución o Barbarie:

Publicamos a continuación un documento muy interesante, elaborado por Tamer Sarkis Fernández, en el que el sociólogo y antropólogo hispano-sirio aborda la cuestión de la naturaleza histórica de la aristocracia obrera. Nos parece que el compañero aborda de forma muy clara y profunda la cuestión de la aristocracia obrera, una fracción que, a pesar de haber visto erosionado parte de su entramado de poder, sigue siendo un puntal fundamental para el sostenimiento del Estado capitalista en los países imperialistas.

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La aristocracia obrera: génesis y bases históricas materiales de su hegemonía ideológica sobre el proletariado

1. BREVE APUNTE GENEALÓGICO

La Aristocracia obrera es una “nueva” clase, es decir, una realidad cualitativa. Deriva históricamente de tres fuentes de clase:

A. El proletariado, al pasar un sector del mismo a ser encuadrado en el campo del Capital a través del que era órgano de su defensa en tanto que clase del capitalismo: el sindicato (“La burguesía no ve en el proletario más que al obrero”, Marx en: Manuscritos de París). Fue el Imperialismo la condición material de posibilidad para esta integración “selectiva” en “la Politeia” y en su “juego” de luchas, alianzas y negociaciones bajo palio del Estado, pues las plusvalías siguen tendencialmente un curso desde abajo hasta arriba -concentrándose en los polos superiores-, dentro de su viaje a través de la cadena imperialista. Lenin explica este “transitar” apoyándose en las Leyes económicas bajo el Imperialismo que él descubre y que desarrolla: Ley de los intercambios desiguales, Ley del desarrollo desigual, Ley de los rendimientos decrecientes de la tierra cultivada, etc.

B. La vieja burocracia del Antiguo Régimen, que se amplía cuantitativamente y asume nuevas funciones al calor de la racionalización del Estado que la burguesía emprende. Por ejemplo, la España isabelina supone el aumento trepidante en el número de “trabajadores del Estado”, pasándose abruptamente de un puñado de miles a 165.000 en vísperas de “la Gloriosa Revolución”, y siendo adoptado un modelo administrativo de notable inspiración francesa (perceptible hasta en lo simbólico: los tricornios de la Guardia Civil). Francia ya había empezado su racionalización administrativa de Estado en tiempos de Luis Felipe de Orleans (llamado “El Rey burgués” y “Philippe Egalité”), aunque implementará el grueso de este cambio durante el “segundo Imperio”.

Con esto no quiero yo decir, ni muchísimo menos, que ese nuevo ejército de administradores en su generalidad y ni siquiera en una mayoría de efectivos pasara a engrosar la “Aristocracia” obrera. Afirmo, en cambio, que, a un rastro poblado por seres de la vieja Corte, alcaides de calabozo, jueces, economistas, instructores, educadores, administradores, contables, directores y gestores en las Factorías Reales… “rescatados” por la burguesía industrial (Francia, Inglaterra, Italia) o por la burguesía agraria-comercial-especuladora-financiera (España) victoriosas, y que pasamos a re-encontrar ligados a funciones inéditas o en re-ordenación bajo la racionalidad inaugurada por los nuevos Estados burgueses, debemos sumarle el contingente de cuadros, administrativos, urbanistas, ingenieros de caminos, canales y puentes, profesores y otros trabajadores especializados que se les articula a esos primeros en la medida que son necesarios a funciones “racionales” extrañas al viejo Estado absolutista, o que habían estado presentes pero concretadas y ejecutadas ellas mismas de modos más bien arbitrarios e “irracionales”.

C. Las viejas profesiones liberales autónomas pre-capitalistas, que a la par del proceso de competencia y por tanto de concentración de capitales, pasan a ser asalariadas de terceros “colegas” airosos, o el Estado pasa a formarlas (nacimiento de la “Educación Nacional”) y a usarlas desde el Estado (jurisconsultos, consultores, abogados, contables, asesores tributarios, arquitectos, sanidad estatal, ingenierías, tratamientos “mentales”, toda una vieja regencia de hospicios, hospitales, casas de caridad, alguacilado de pobres… incorporada al Estado como “planificación social” y “trabajo social”…) porque necesita manejar también él a dichas profesiones al ser indispensables a la misma reproducción social del capitalismo (el Estado no puede dejar su formación ni su ejercicio profesional al laissez-faire del mercado).

Así nace la Aristocracia obrera y su ideología será aquella socialdemocracia que en el fondo la pre-existía (“socialismo pequeñoburgués” ya descrito en El Manifiesto, sobre todo de tenderos, de mercaderes, de propietarios talleristas y manufactureros devorados por el poderío industrial) pero que fluiría casi inercialmente hasta converger con dicha clase bajo aquel contexto galo de imperio boyante capaz de “proveer”, y cuyo primigenio carácter de clase híbrido pequeño-burgués/funcionarial ya explica Marx en sus estudios en torno a las luchas de clases en Francia.

Los actuales negacionistas bien de la realidad conceptual de la “Aristocracia” obrera, bien de su importancia a la hora de explicar por qué el seguidismo y paralización en las filas del proletariado, siembran en nuestra clase una nefasta división consigo misma. Porque, juntando a ambas en una categoría “analítica”, bajo hegemonía política e ideológica de la segunda sin duda, en lo que llaman “la clase trabajadora” o alternativamente pero con idéntico contenido conceptual en su boca “la clase obrera”, lo que practican estos señores es un razonamiento interclasista que disfraza y que intenta disolver el antagonismo entre el proletariado y los “trabajadores” en general. Maremagnum, ése de “los trabajadores” en abstracto, donde el proletariado queda perdido y a la deriva; disuelto por los negacionistas y por los líderes sindicales con vistas a retrasar su adopción de autonomía de clase. Separan así al proletariado de su auto-conciencia, de su auto-identificación.

“¡La Aristocracia obrera, una teoría sociológica…!”, se defienden los negacionistas de su importancia. Pues nada: hubo alguien que una vez escribió “Lenin filósofo”. A la vista de la trivialización que cometen, estos negacionistas o frivolizadores podrían escribir otra obra: “Lenin sociólogo”. No sé si estos señores se darán o no cuenta de la magnitud de la tragedia que representan, pero negando la existencia de la Aristocracia obrera están inextricablemente negando la existencia del imperialismo, porque una y otra esfera no se pueden separar, y se relacionan en una dialéctica de mutua reproducción. Deberían volver al ABC y mirar el mundo, aunque sea por una vez, con ojos internacionalistas y dejando a un lado el chovinismo auto-defensivo que profesan. Porque negar la existencia de la Aristocracia obrera es, al nivel de la época del imperialismo que padece de pleno, sin relatividad posicional ni contrapartida estructural de ningún tipo, el 90% de nuestra especie, exactamente la misma “postura” de toda la fauna “alternativa” que niega la existencia del proletariado…, sin reflexionar respecto de que implícitamente con ello están afirmando que el Capital, la otra dimensión en la dialéctica, no existe.

Ya se sabe que, entre las condiciones permisivas para la pervivencia de la Aristocracia obrera, una de ellas consiste en negar hasta la saciedad su existencia, igual que la burguesía burocrática de la URSS tenía que auto-desvanecerse constantemente tras la cortina de humo que tendía con la inexistencia de propiedad privada jurídica. Porque claro, hoy en el mundo, la no posesión de titularidad jurídica sobre Medios de Producción ni sobre Factores Productivos como petróleo, gas, opio, hierro, zinc, cobre…, ¿significaría que las plusvalías mundiales no “viajan” tendencialmente concentrándose en las cúspides de la cadena imperialista?. Vemos, en cambio, que allí -en estos contextos nacionales o Estatales dominantes-, las plusvalías se “distribuyen socialmente” vía salarial nominal hacia una capa de trabajadores (minoritaria casi siempre pero mayoritaria en imperialismos de Primer Orden como Alemania, Suecia, Islandia, USA…) que proviene del proletariado histórico pero que pertenece ya al campo del Capital y lo co-gestiona a través de su parcela de poder político (sindicatos y algunas líneas dentro de la socialdemocracia), siendo tan clase dominante como lo es la burguesía monopolista, sectores de la burguesía media con poder de presión nacionalista, etc., y compartiendo entre ellos su democracia común, con todas sus contradicciones en disputa, faltaba más.

Los proletarios, aunque la mayoría no sepa aún representársela con un claro referente conceptual y en toda su magnitud de espectro social, ni sepa aún pensarla científicamente en sus dimensiones concretas de relación antagonista frente al proletariado, sabemos perfectamente que la “Aristocracia” obrera existe. Sabemos perfectamente de dónde proceden sus condiciones materiales de existencia particulares. Y sabemos cómo nos jode la “vida” y nos hunde en la miseria esa existencia suya, a través de su participación en el Bloque de clase dominante que posee el poder político (con sus instituciones, sus estatutos especiales, sus sindicatos).

Y sabemos cada vez más proletarios, qué significan para nuestra clase sus sindicatos y sus grupos socialdemócratas que siembran la mistificación en las filas proletarias a fin de confundirnos, paralizarnos o engancharnos tras las disputas entre la Aristocracia obrera y sus socios/competidores dentro del Bloque político-institucional dominante, todo en nombre de “la unidad de los trabajadores y las trabajadores”. Todo ello en nombre de la Kautskysta “clase trabajadora”, invento conceptual de la socialdemocracia -ejercicio divisionista con el que se separa al proletariado respecto de ganar su auto-conciencia a la vez que éste es absorbido como carne de cañón “opinante” y “manifestante” en esa fuerza inter-clasista de “los trabajadores” para mayor beneficio de una clase de trabajadores: la Aristocracia obrera. En el socialismo, el proletariado ejerciendo su dictadura sabremos poner a esa clase del Imperialismo en su sitio.

Afirmar que la Aristocracia obrera no existe -o que se trata de una “especie social” residual o de importancia secundaria- es afirmar que la reproducción de las relaciones imperialistas de dominación no gira a través de una base material sustentadora, compleja y laboral, a la que dialécticamente el imperialismo sustenta… ¿Se sustentaría, entonces, en el Cielo y en las ideas?. Por eso será entonces que Marx, al emprender un rápido e inconcluso ejercicio genealógico de la socialdemocracia dentro de su obra sobre las luchas de clases en Francia (ejercicio cuya profundización y desarrollo sería interesante que nos planteáramos los comunistas), identifica la germinación de esa ideología sobre un suelo material concreto, en lugar de tratarla como producto de un maquiavelismo de los patrones capitalistas malos ávidos de manipular al proletariado comprando a “sus líderes” y con unos artefactos ideológicos y organizativos de diseño cocidos en la cueva de su conspiración (pseudo-explicación maquiavélica y politicista muy propia de anarquistas).

¿De qué suelo subyacente es reflejo la socialdemocracia?. Es decir: ¿de qué relaciones de clase, y entre qué clases, dentro de un contexto preciso de desarrollo estatal y de fuerzas económicas al calor y al fuelle del desarrollo de la producción, procede esa ideología?. ¿Será casualidad -”contingencia” al decir de los postmodernos- que ella nazca en Francia durante su llamado “Segundo Imperio”?. Francia: cuando el colonialismo navega viento en popa en ultramar; cuando está pudiendo ser edificada una administración estatal que se amplía en cientos de miles de efectivos y que será modelo para el Estado Español isabelino y a fortiori durante su “Restauración”; cuando está en pleno funcionamiento, bajo alimento de los grandes financieros y gracias al expolio de ultramar, la producción expansiva de monopolios fabriles estatales que procedían de aquellas “Factorías Reales” fundadas desde el siglo XVII; cuando al interior de territorio estatal la clase dominante de una nación oprime a otras naciones, y son acrecentadas las ganancias gracias a la super-explotación de normandos, bretones, gascones… quienes sufren así mismo la expropiación territorial para fines acumulativos mediante la ampliación de la industria lanera; cuando se atenaza en minas y fábricas al proletariado nacionalmente oprimido -la otra cara sobre la que esa explotación exacerbada puede cabalgar- del Sarre, el Ruhr y esos territorios se mantienen bajo ocupación militar garante de organizarles “la vida” encauzada a dar rentabilidad a los monopolios galos y a “prestar” Capital Circulante a bajo costo para procesos de producción y de despliege de infraestructuras en Francia; etc.

Entonces, en ese marco histórico y político-territorial, la burguesía productiva francesa dependiente de la Banca y de los financieros-negociantes colonialistas, la pequeña burguesía, los viejos potentados gremiales cercados por las leyes burguesas, y la Aristocracia obrera trabajadora en el Estado, que ha ido desarrollándose junto a los procesos citados, y también al sol y a la lluvia del centralismo administrativo francés, se miran a los ojos con expectativas de grandeza -de hacerse valer en la compleja maraña de lucha de clases analizada por Marx en esa obra suya-, y de sus fogosas relaciones triádicas nace la socialdemocracia.

Con vistas a prosperar en la escalada competitiva hacia las cumbres del poder político-institucional, esas clases no se bastan a sí mismas, así que van a presentarse engalanadas ante su base social potencial: el proletariado, el semi-proletariado y el artesanado dependiente de la pequeña burguesía dominante en lo que queda aún de la organización gremial. A las demandas clásicas de radicalismo demócrata, reflejo del ansia pequeñoburguesa por ver rotos los obstáculos que la alejan de posicionarse en cuotas y parcelas de poder político, se les dio un tinte “rojo” de demandas de derechos no sólo democrático-cívicos, sino derechos “sociales”.

A las incrustaciones utópicas pre-marxistas que dominaban el ideario de las sectas, sociedades secretas, ligas, círculos impregnados de misticismo, organizaciones y grupos socialistas, se les quebró la punta idealista “revolucionaria” rupturista con el orden político vigente, y se reemplazó por ideales democráticos de lograr encaje en el Estado capitalista y predominio en sus organismos jurídicos y decisorios. “Así nació la socialdemocracia”, afirma Marx. Sí: esa criatura monstruosa de la que dicen ciertos sectores de la “izquierda comunista” que fue proletaria y revolucionaria hasta nada menos que “su traición” (¿?) en 1914. Ya hemos visto: la Aristocracia obrera no existe… La socialdemocracia tampoco entonces, porque sin trasfondo productivo material no hay producto ideal.

2. BASES MATERIALES DE LA HEGEMONÍA IDEOLÓGICA ARISTOBRERA. LA CUESTIÓN DE LAS MASAS PROLETARIAS “ADYACENTES” Y SU SEGUIDISMO

He hablado de la génesis de esta (relativamente) nueva clase, haciendo un repaso somero a sus bases materiales: a) Nueva escala geo-demográfica en la división del trabajo social motivada por la determinación a depositar en el exterior capitales excesivos y Fuerzas Productivas ya no movilizables bajo los límites de la producción nacional o continental europea; b) “Exportación” de Fuerza de Trabajo sobrante y no integrable dentro de esos límites nacionales, y su colocación bien en la administración colonial, bien en ejército, vigilancia y represión, caso del lumpenproletariado y de ciertas capas proletarias más pauperizadas, convictos, condenados por una penalidad que en su reforma asume el destierro a colonias, etc.; c) Saqueo imperialista y Leyes objetivas fecundadas por el Modo de Producción en ese estadio de su desarrollo.

He repasado, así mismo, el espectro de clases pre-existentes en las que halló anclaje y nutriente (proletariado, vieja burocracia, pequeña burguesía “profesional liberal”).

He hablado también de la ideología socialdemócrata (y sindicalista a partir de cierto momento) en tanto que proyección racional, política y representativa de la “Aristocracia” obrera, siendo esta última clase su base socio-económica.

Y, sin embargo, ¿en qué fundamentar el extraordinario anclaje sociológico que ha alcanzado esta clase en su desarrollo bajo la evolución del capitalismo?. ¿Cómo explicar su relativa -pero nada desdeñable- “masificación”?. ¿Y su hegemonía ideológica entre el conjunto del proletariado sobre sus referentes, modelos de objetivos, ideales normativos, metodología de luchas, atribución de “responsabilidades” y planteamiento de “alternativas”, formas organizativas, protestas…?.

Se rebatirá esta tesis, aludiendo al desgaste sindical y el desentendimiento proletario, poco menos que deserción. Pero, tras el desenganche, ¿acaso no irrumpen con fuerza “nuevas alternativas” de relevo y de movilización, capitaneadas también por una “Aristocracia” obrera ella misma rebotada con aquellos sindicatos que, en su confortable instalación estatal, se han “descuidado” respecto de defenderla y han permanecido pasivos ante la erosión de su viejo beneficio, que había sido reportado por el negocio de acordar vía Convenios Colectivos (Neo-corporativismo) las condiciones de la explotación proletaria?.

Ello es así hasta el punto de que los sindicatos han cedido en “la representación de la clase trabajadora” poco menos que finiquitando los Convenios Colectivos (por ejemplo: pacto reductor de los Convenios Intersectoriales y Provinciales en favor de la “negociación directa” en cada empresa). Con ello han dado campo ancho a la retención de plusvalías por parte de la burguesía monopolista y al desfalco europeo del resto vía servidumbre de Estado, a cambio de adjudicarse contra-prestaciones particulares dadas a la estructura sindical y a las empresas con Capital sindical.

Eso si nos referimos al Estado Español, donde el desprestigio sindical está reflejando un contexto de debilidad relativa estatal en la Cadena imperialista; contexto que obliga a estrechar el abanico del campo político dominante, procediendo a la defenestración de socios o al menos a su “marcaje exhaustivo”, siendo esta expropiación de capacidad política y en el manejo de las plusvalías y su reparto, un proceso que la Aristocracia obrera nota en sus carnes (revuelo sindical ante la reforma de la Constitución franquista de 1978, denuncia del “fin de la democracia y de la soberanía nacional” supuestamente propiciado por tales cambios introducidos en “la Carta Magna”, etc.).

Y aun así hay que relativizar el alcance de este decaimiento de referente sindical, siendo que, sin ir más lejos, en Alemania los sindicatos gozan de excelente salud entre “la opinión pública” de la Aristocracia obrera e incluso entre amplias franjas proletarias, habiendo preservado una potencia que es reflejo de la potencia alemana en el ejercicio de su hegemonía política y económica con vistas a la concentración/ distribución nacional de plusvalías. De donde se obtiene y hay, se puede sacar, de modo que los sindicatos “juegan” con lastre en su negociación/lucha neo-corporativa frente a Patronal y Bundesrat.

Pero entonces, la respuesta cuyo desarrollo estamos ensayando nos remite a la pregunta. Porque, sin ir más lejos bajo el Estado Español, donde la cuantía de la Aristocracia obrera no deja de ser minoritaria entre el universo total de asalariados, ¿cómo se explica su preponderancia política e ideológica entre los asalariados proletarios, manifestada en concepto de mitología sobre “lo público” entendido como “de todos”; de mitología sobre la posibilidad de “democracia para todos, para toda la sociedad”; de la idoneidad de “una banca nacional, banca de todos”; de la posibilidad de “otro Estado” que “obrara para los de abajo” desde las mismas instituciones existentes hoy, pero gracias a una (vista muy improbable, eso sí) “regeneración política” que pusiera a “políticos honrados” en los puestos de Gobierno; mitología en torno a una supuesta “izquierda de verdad” potencialmente operativa desde el Parlamento o desde instituciones cualesquiera pertenecientes al viejo poder, y que estaría siendo imposturada por una pseudo-izquierda; ideal normativo del Estado del Bienestar; reclamas de “justicia” en la repartición social de esfuerzos para salir de “la crisis” y en pro de recobrar la salud “de la economía”; etc.?.

Los izquierdistas responderán que el proletariado está poco menos que hechizado bajo el brumoso y abrumador peso de “la ideología dominante”. Claro, pero, en todo caso, ¿cómo llega a producirse esta hegemonía de ideas?; ¿acaso a través del Imperio de las Ideas mismo?. ¿No sería ésta una explicación idealista?. ¿Cuál habría de ser la base material de tal Potencia?. ¿No es acogerse a una concepción baja, “más bien fea” e injusta, superficial, respecto de nuestra clase, el presumirle ser una pandilla de borregos caminando hacia las falsas luces prendidas, como el perro del granjero erre que erre trotando hacia el sol, al que no llega jamás?.

¿Es que los proletarios somos tan irracionales?. ¿No habría que pensar más bien en el seguidismo ideológico como un planteamiento fundamentalmente racional, apoyado en una relativa “identidad” de intereses inmediatos (aunque, hay que recalcarlo, no históricos u objetivos de clase para sí) provocadora de “cohesión social”?.

¿No residirá el secreto de esta misteriosa influencia, en su base material favorecedora y receptiva, compuesta por franjas intermedias proletarias, relativamente numerosas, que, sin ser Aristocracia obrera, sí reciben por el Capital retribuciones salariales directas o diferidas que juntas suman por encima de su participación en el proceso colectivo generatriz de Valor? (“trabajo social” en la precisa acepción marxiana). ¿O, no llegando a tanto en la mayoría de casos, al menos sí suman por encima del Valor de esa Fuerza de Trabajo proletaria (de su reproducción), aunque el Valor que ese trabajo objetivado aporta directa o indirectamente continúe excediendo a esas retribuciones?.

Y, en este sentido, la acusada y acelerada pendiente de desgaste a través de la que hoy desciende este substrato para la relativa “cohesión de identidad y referentes”, en Estados como el español y otros, ¿está traduciéndose en afloramientos de disidencia proletaria? (desidere: “sentarse o posicionarse en otro espacio”).

¿O brillan estos ideales de “Estado de todos”, “democracia para todos”, “cobertura y prestaciones”, “trabajo digno”, “comercio a precios justos”…, con especial candor y refulgir, justo ahora en que titilan especialmente escasos, lejanos, pálidos, selectivos, e irreales en resumidas cuentas, y por ello quizás si cabe más valorados, preciados, reivindicados, presidentes del horizonte divisable entre quienes ven retirárseles siquiera ese techo y ese muro defensivo?.

El hallarse precipitándose por la pendiente, ¿estimula espontáneamente a intentar elevarse por sobre tal pendiente?; ¿o la reacción está siendo la de agarrarse con las uñas buscando echarle el pie a alguna terraza llana para plantarse en ella, conservándose cuanto se pueda conservar?. Y entre tanto, cuando cortocircuíta el acicate esperanzador de “las oportunidades” para “el trabajador”, siendo devenida ya stravaganza y casi quimera la apetecida tradicional delicatessen de atravesar las puertas reservadas a los electi -del selecto club de la 1ª categoría laboral de las prebendas y los triunfos-, ¿esos modelos normativos humanos flaquean en su capacidad de convocatoria masiva a la lucha por preservarles en sus fuertes?.

¿O las cualidades que encarnan estos “trabajadores ideales y cubiertos de Gloria”, extrañas ya como el sol hiperbóreo, imantan a los secundones a librar lucha por su pervivencia, con tanto más atracción cuanto que el esclavo se enfurece contra los tiempos iconoclastas que le arrebatan su icono, su esperanza, la encarnación humana de “su derecho a progresar”, al tiempo que ellos mismos saben que, si se osa tocar a los trabajadores blindados, eso significa que mucho más van a caer ellos rodando de cabeza?. “La religión es el suspiro de la criatura en pena. […] El corazón de un mundo sin corazón” (Marx en: Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel).

El modelo alusivo a cómo unas direcciones, cúpulas, cuadros, enlaces… “sobornados” maniobran por la integración proletaria en el sistema, olvida la cuestión de la integración real de parcialidades proletarias en posiciones materiales provistas por ese sistema; colchón o “tierra de nadie” en la estructura social así susceptible de ser colonizada inmediatamente a posteriori por la lógica del campo capitalista, al menos mientras esta lógica continúa pudiendo re-afirmar esta existencia. O incluso prolongándose más allá de haber el Capital desencadenado incoherencia (por su propio desarrollo), en un fenómeno análogo al que nos brindan esas lagartijas de dos cerebros, que continúan vivas y coleando acéfalas no importa si han sido decapitadas por un niño travieso. Cerebro ideológico autónomo, sobreviviente al desfase adaptativo y provisor real que el Modo de Producción ya presenta en anchos espacios nacionales del mundo capitalista.

2. i. Concentración imperialista de la propiedad sobre capitales, disparidad entre valores monetarios y mengua del valor de la Fuerza de Trabajo bajo los países opresores (o incremento de la plusvalía relativa). Desviación de porciones de ésta en la configuración de un “plus-salario”.

La exportación imperialista de capitales fue concentrándose en industrializar la tierra, aportando “racionalización” a ésta: nuevas técnicas y procesos, instalación de aparataje de siembra, “unificación” de los espacios de cultivo, “socialización” de una labor campesina antes atomizada en cada micro-mundo parcelario, introducción de una división orgánica del trabajo, etc. Coetáneamente hallamos una concentración de la inversión en capitales pesados, con cuya aplicación extraer, “drenar” de geografías y de países, Factores de Producción colocables en la industria de medios y “bienes”. Hallamos, a su vez, una incipiente destinación de capitales físicos hacia la construcción industrial de base, y hacia el despliegue de redes de transporte y comunicación por donde poner a rodar la proletarización y el saqueo.

Pero paralelamente asistimos ya desde el principio a una instalación de tramos de producción global, empezándose sobre todo con medios y con procederes pre-capitalistas (caso de los telares en India: “Dominación formal del Capital” en Marx) y con tendencia a exportar métodos industriales y maquinaria, apertura de instalaciones… (“Dominación real del Capital” en Marx).

Esta segunda línea de “dislocación” de capitales excedentarios en procesos productivos cada vez más “troceados” y al tiempo sirviendo a un “reciclaje funcional” de capitales en nuevos procesos, en nuevos valores de uso buscando combatir así su propia saturación orgánica, no podía más que ir irradiando e intensificándose con “el tiempo” (con el sucederse de los Ciclos de acumulación capitalista), puesto que, al estar en su base contradictoria estimulante (y limitativa) el menor crecimiento marginal por unidad de Valor adicional invertida, el antídoto se busca en sembrar más proletarización, en obtener mayor masa de plusvalía, en abrir nuevos terrenos productivos, en acelerar la descomposición de procesos y la desconcentración de capitales espacial y procesual: giro de tuerca, en fin, a la inversión en Capital Constante y por ende a la saturación.

¿Qué significa, trasladada al nivel de la plusvalía relativa, esta línea evolutiva del Modo de Producción?. ¿Cómo se traduce en el afloramiento de posiciones objetivas contradictorias en la estructura clasista del proletariado internacional?. El proceso es el siguiente:

Esta territorialización de dinámicas y de operaciones, que corre de la mano de la expropiación, abre un abismo entre, por un lado, ubicación de los capitales operativos (o circulantes) y, por otro, ubicación de la propiedad; brecha que se ensancha y continúa ensanchándose en correlación al proceso de creciente concentración en la titularidad real de capitales. En el plano de los estándares de Valor, esto se traduce como: divorcio colosal entre el PIB de los países oprimidos y su Producto Nacional real (participación real nacional en el pastel de las plusvalías, en los gastos de inversión y en los gastos de mantenimiento rentabilizable). Como el dinero solamente representa alrededor del Valor real de propiedad sobre el PIB total, se trata de países cuyas monedas atesoran escaso valor relativo en sus correspondencias con “monedas fuertes”, y, por su parte, la jerarquía política de ordenación inherente a la Cadena imperialista y a sus “organismos y fondos internacionales”, interviniendo en definir las paridades en los mercados monetarios, es copiosa lluvia sobre mojado.

La consecuencia es un panorama internacional de “especialización por exportaciones” donde a las burguesías imperialistas les resulta barato (re)producir en condiciones a la Fuerza de Trabajo del imperialismo, puesto que el Valor de la Fuerza de Trabajo no es otro que la suma de las mercancías necesarias a su sustentación hábil para el trabajo. En otras palabras: la porción salarial sobre la jornada laboral total es muy breve, ya que a estas burguesías les cuesta poco tiempo extraer de la Fuerza de Trabajo un Valor igual a sí misma, medida en concepto de mercancías socialmente necesarias (alimento, textil, salud relativa pero de funcionalidad laboral suficiente, vacaciones…).

Se advertirá que, entonces, el proletariado bajo los países imperialistas está objetivamente muy explotado: el segmento temporal de plustrabajo es muy largo, así que la Tasa de explotación tiende a ser cuantiosa. Pero esta relación internacional -caracterizada por la disparidad entre valores importados y exportados (entre índices de producción y propiedad real sobre capitales y mercancías)- es precisamente la que permite, en una paradoja, pagar una especie de “plus-salario” a esa Fuerza de Trabajo cuyo Valor estrictu sensu ha podido ir deviniendo extraordinariamente abaratado por la producción imperialista (desarrollo histórico de la plusvalía relativa). Este proletariado concreto, cuya participación en dinámicas colectivas de valorización da unas plusvalías colosales de conjunto (siendo los procesos productivos capitalistas producción hecha social), está explotado (y mucho, matemáticamente), NO PUDIENDO SER CONFUNDIDO CON LA “ARISTOCRACIA” OBRERA.

Y, sin embargo, ingresa un sobre-salario (por encima de su valor; no del plusvalor que genera directa o indirectamente) que le adscribe a ser retaguardia del reformismo y de la “Aristocracia” obrera. ¿Por una cuestión de falsa consciencia?: no fundamentalmente. La propia “Aristocracia” obrera, con consciencia de sí, ha sabido nutrir, cuidar y cultivar a sus rebaños. Y eso lo ha podido hacer con mayor o menor holgura, eso sí, según la posición ocupada por uno u otro país en la Cadena imperialista, y así también obtiene la cosecha de dispar cohesión obrera si comparamos, por ejemplo, a Suecia y su flamante “socialismo sueco” con España.

La “vida” de esas capas proletarias colindantes con la “Aristocracia” obrera ha sido durante más de un siglo abastecida y diseñada materialmente. Al tiempo que el reflejo mecánico inmediato de esa cotidianeidad sobre la conciencia, iba propiciando que, estando cubiertos los parámetros pre-fijados, ese “estilo existencial” donde lo que aparecía fenoménicamente por “satisfactorio”, coincidía con lo que era posible satisfacer, se auto-loaba exultante como “calidad de vida”.

“Paralelamente” a este último proceso, podría emprenderse una interesante y fructuosa sociología de cómo el brazo sindical en el trípode del Neo-corporativismo ha ido concretando en “Compromisos sociales”, “Acuerdos intersectoriales”, etc., el desgranamiento de porciones de plusvalías a invertir hacia abajo, en simétrico vuelco al trayecto permisivo anterior (de abajo arriba). Mientras con la mano derecha concilia este movimiento a “los intereses de conjunto”.

Es decir, velando por no hacer, esta re-distribución, disfuncional a la salud presupuestaria y crediticia de esa Totalidad capitalista de la que en el fondo depende su propia financiación institucional-representativa. Así como la de la “Aristocracia” obrera por ellos representada. Y la destinada a nutrir a su esponjosa retaguardia de obreritos cosificados en tanto que tales por sus necesidades auto-reconocidas y en el fondo también mecánicamente objetivadas como pieza de clase acompasada al artilugio sistémico capitalista (“La burguesía no ve en el proletario más que al obrero”, Marx).

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Poderío empresarial de los sindicatos generador de empleos. Abuso y carga de sobre-trabajo a “compañeros” por parte de cuadros sindicales, enlaces, “liberados”… Oportunidades selectivas de “carrera interna” laboral repartidas según mayor o menor “filia” sindical. Oportunidades en activos de cotización sindical o directamente en filiales sindicales o en empresas de co-propiedad sindical. Co-participación bursátil.

Patrullado sindical sobre la plantilla de trabajo e iniciativa sindical directa en proceder a despidos que sirvan de “saneamiento” a la economía de empresa. Informes sindicales al despido exclusionistas de proletarios “disfuncionales” cuya vida extra-laboral (por ejemplo, participación en luchas no formateadas) “se revela incompatible” con su permanencia en la empresa.

Sectores de fuerte implantación propietaria sindical (como es el caso de la construcción con CC.OO y el pluri-empresario Toxo). Dualización contractual y de nuestra clase en base a manejo sindical selectivo sobre Fuerza de Trabajo entrante (con sus inextricables caras de “protección” y de precariedad): por ejemplo, 60% de los asalariados españoles que no llegan ni a mileuristas versus más de 60.000 asalariados sólo en Catalunya quienes cobran un promedio de 400.000 euros anuales, u, otro ejemplo, el caso de la construcción, donde un contingente de obreros, capataces, suboficiales… (mejor pagados y de mayoría “autóctona”, aunque no todos) mandan sobre la división del trabajo en el tajo y se contraponen a otro contingente de precarios (de mayoría migrante, aunque no todos) sobre quienes hay descarga de plustrabajo mientras tienen que arreglárselas con 600 euros al mes.

Definición negociada trilateral (Patronal-Gobierno-sindicatos) de marcos contractuales y así abastecimiento selectivo de sueldos aristobreros (pero también a franjas más allá) gracias a la concreción de las condiciones de explotación proletaria, etcéteras.

En fin, esa sociología a que me he referido, podría extenderse a cómo la “Aristocracia” obrera, a través de la labor hecha por los órganos de representación a su servicio (y que vehiculan sus intereses y contradicciones concretas dentro del bloque -o conjunción- general de clases dominantes), ha desplegado redes sociales para la re-conexión de franjas proletarias más o menos anchas con la “cohesión social”, y así el fomento de innegable cuotas de solidaridad orgánica sobre una base material probada y relativamente provisora, soporte por decenios del epifenómeno ideológico, que, no obstante, sobrevive en sí y por sí, suspendido en el aire, a la erosión de sus bases, tal y como los fantasmas del pasado siguen pesando como una pesadilla sobre el alma de los vivos.