Respuesta a ReDRuM: Notas acerca de la cuestión nacional

       Seguidamente, respondemos a la crítica que el usuario ReDRuM realizó al blog Revolución o Barbarie en torno a la cuestión nacional en Forocomunista.com, concretamente en el hilo: http://www.forocomunista.com/t28380-critica-al-mai-y-al-blog-revolucion-o-barbarie-sobre-la-cuestion-nacional.

cuestión nacional 01           Compañero ReDRuM:

           Antes de pasar a responderte, queremos hacer un par de aclaraciones. La primera es que, para próximas  respuestas, agradeceríamos que nos hicieras llegar directamente un mensaje a nuestro correo electrónico (revolucionobarbarie@gmail.com) a modo de aviso, pues, aunque en esta ocasión hemos podido leer tu mensaje en www.forocomunista.com hace unos días, podría haber sucedido que ni nos hubiéramos enterado al no dirigirte también directamente a nosotros. La segunda aclaración tiene que ver con la propia respuesta a tu crítica. Queremos dejar claro que, aunque tenemos previsto realizar un análisis desde nuestro blog sobre la cuestión nacional en el Estado español, en esta respuesta -por cuestiones de tiempo, básicamente- solo nos limitaremos a responder a los distintos puntos de nuestras posiciones sobre la cuestión nacional que sometes a crítica.

                 Comienzas diciendo lo siguiente:

                Respecto al escrito de Revolución o barbarie, critican el federalismo, tal y como hacía Lenin, y es de agradecer que expliquen el contexto en el cual lo hizo, y la razón por la que la URSS después se formó como una entidad federal, contextualizaciones que no acostumbran a hacer las organizaciones comunistas y que toman la palabra de Lenin como un testigo de Jehova la toma de la Biblia.

               Estamos totalmente de acuerdo con lo que expones de lo atrasado e incorrecto de realizar una lectura mecanicista y estrecha de nuestros clásicos, como Marx, Engels, Lenin o Stalin. Con respecto a tu crítica, efectivamente, el federalismo siempre fue una forma de organización estatal criticada por Lenin, lo que puede parecer paradójico teniendo en cuenta que las primeras Repúblicas soviéticas se constituyeron como Repúblicas Socialistas Soviéticas Federativas. Pero esto no es en absoluto una “contradicción” de la política leninista sobre la cuestión nacional, el Estado y la construcción del socialismo en la República soviética, sino un exponente claro de la flexibilidad táctica del marxismo-leninismo a la hora de acometer el proceso de construcción socialista. Para entender todo esto mejor es indispensable repasar brevemente, desde el punto de vista histórico, el proceso por el que la Rusia soviética y el resto de Repúblicas proletarias del antiguo Imperio ruso conformaron una red política plurinacional.

              Comencemos recordando que 1920 fue un año decisivo en la historia de la política soviética en relación a la cuestión nacional. Tras el final de la guerra civil y el inicio de un periodo de consolidación y reestructuración social y política en territorio soviético, el derecho de autodeterminación (con ese derecho implícito “a la separación” del que siempre había hablado Lenin) se conjugó más que nunca con el “derecho a unirse”. El rechazo absoluto a cualquier tipo de discriminación por cuestiones nacionales o étnicas se reforzó aún más como principio soviético y socialista para la construcción del nuevo Estado proletario y para permitir el progreso político y económico para los territorios (naciones y regiones) más atrasados del antiguo y vasto Imperio ruso.

          Según afirmaba ya en 1918 Stalin, el Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, “el peligro de una rusificación impuesto se ha desvanecido; nadie está interesado ya en fortalecer a una nación a expensas de otra… Nadie piensa en atacar a nadie o en privarle de sus derechos nacionales” (Zhizn Natsionalnostei, núm. 8, 29 de diciembre de 1918). El impresionante e inédito desarrollo social, político y económico que protagonizaron las naciones y regiones más atrasadas de la URSS en la década de los 30 y 40 estuvo muy condicionado por la acertada política nacional implementada por Lenin y -sobre todo- por Stalin. De hecho, como ha demostrado  Domenico Losurdo en Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra, multitud de historiadores (no precisamente marxistas) han reconocido que jamás ha habido en la historia un Estado, como el soviético, que haya llevado adelante un ambicioso programa de desarrollo socio-económico y político para hacer efectivo el derecho de todas las naciones a la igualdad. Es interesante recordar en este sentido lo que Stalin escribió sobre esta cuestión en octubre de 1920:

              “Uno de los obstáculos más serios para la realización de la autonomía soviética es la aguda escasez de fuerzas intelectuales de origen local en las regiones periféricas, la falta de instructores en todas las ramas del soviet y de la actividad del partido, sin excepción. Esta escasez no puede más que estorbar tanto la labor educadora cuanto la obra constructiva revolucionaria en estas comarcas de la periferia” (Obras completas, iv, p. 360).

           Un dato histórico introducido por el historiador E. H. Carr que interesa para fundamentar nuestra exposición. La región del Turquestán, en lugar de seguir siendo un proveedor de algodón para Moscú y Petrogrado, gracias a la política nacional bolchevique llegó a tener sus propias industrias algodoneras. Pero más importante aún fue la promoción formidable de derechos políticos y culturales de minorías nacionales anteriormente esclavizadas por el Estado ruso y en la barbarie más absoluta. De esta forma, dichas naciones llegaron a constituir sus propios Soviets nacionales, disfrutaron de los mismos derechos nacionales que los rusos y pudieron ver algunas de sus lenguas con sistemas alfabéticos que anteriormente ni siquiera existían. Bien, pues todo esto solo fue posible por una concepción nacional escrupulosamente respetuosa con el internacionalismo proletario y con una posición flexible y correcta sobre el federalismo.

              Hacia finales de 1920, la cuestión nacional adoptó en el antiguo territorio del Imperio ruso tres formas. En primer lugar, antiguos territorios de Rusia pasaron a independizarse completamente, como Finlandia, Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, la Besarabia anexionada por Rumanía y el territorio cedido al Estado turco en el tratado de Brest-Litovsk. En segundo lugar, existió una serie de entidades territoriales (20 unidades autónomas pobladas principalmente por no rusos y musulmanes) que se agrupaban en torno a la República Soviética Federal Socialista Rusa (República que contaba con el 92% del área y el 70% de la población que iba a ser incluida en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). En tercer lugar, hubo varios Estados separados con independencia efectiva: las Repúblicas Soviéticas Socialistas de Ucrania y Bielorrusia, las de Azerbaiyán, Armenia y Georgia; la del Extremo Oriente (cuya capital era Chita) y, por último, las dos Repúblicas de Jorezm y Bujara en Asia central (no obstante, cabe decir que los recientemente separados estados de Georgia y del Extremo Oriente constituían todavía repúblicas burguesas controladas por el menchevismo).

           Stalin, que en ese momento era Comisario del Pueblo para los Asuntos de las Nacionalidades, realizó una declaración en Pravda de un amplio calado político:

            “Tres años de Revolución y de guerra civil en Rusia han demostrado que sin el apoyo mutuo de la Rusia central y sus comarcas periféricas la victoria de la Revolución es imposible, e imposible la liberación de Rusia de las garras del imperialismo (…) La supuesta independencia de las llamadas independientes Georgia, Armenia, Polonia, Finlandia, etc., no es más que una apariencia engañosa que enmascara la completa dependencia de estos -perdóneseme el término -estados, de este o el otro grupo de imperialistas”.

              Por supuesto, los bolcheviques respetaron escrupulosamente el derecho a la separación de las diferentes naciones del liquidado Imperio ruso, pero la cuestión esencial no eran ya los derechos, sino los intereses de las masas explotadas que implicaban que -continuaba Stalin- “la demanda de separación de las comarcas periféricas” era “profundamente contrarrevolucionaria en la presente etapa de la Revolución”. Como es bien sabido, Stalin, que seguramente era el mayor experto bolchevique en la cuestión nacional, combatió abiertamente la posición reaccionaria de la “autonomía nacional-cultural”, abogando por la solución de “la autonomía regional de las comarcas periféricas”.

                   Un ejemplo claro de conjunción de derechos nacionales y unidad proletaria por encima de barreras nacionales lo tenemos en el ejemplo de la República Socialista Soviética de Ucrania, que tenía sus representantes en el Comité Ejecutivo de toda la Unión y en el Congreso de Soviets de toda Rusia, en el cual residía la autoridad última sobre los comisariados unificados.

                  Sin embargo, no es cierto, como afirmas, que la federación fuera la única -o la más importante- forma estatal presente en la constitución de las diferentes Repúblicas soviéticas. En realidad, los tratados constitucionales aprobados entre, por un lado, Bielorrusia, Ucrania y las tres Repúblicas transcaucásicas, y la República propiamente rusa, por otro lado, contenían características mezcladas de federalismo, alianzas y Estado unitario. Para comprobar esto, fijémonos de nuevo en la peculiar posición de Ucrania con respecto a la Rusia soviética. Según se cita en el órgano Izvestiya, el 13 de agosto de 1922:

               “La política extranjera de Ucrania no tiene y no puede tener más intereses que los que le son comunes con Rusia, que es precisamente un estado proletario como Ucrania. La heroica lucha de Rusia, en total alianza con Ucrania, en todos los frentes, contra los imperialistas internos y externos, da ahora lugar a un frente diplomático igualmente unido. Ucrania es independiente con respecto a su política extranjera cuando se trata de sus propios intereses especiales, pero, en cuestiones que son de interés común político y económico para todas las repúblicas soviéticas, los comisariados ruso y ucraniano para Asuntos Exteriores actúan como un poder federal unido” (las negritas son nuestras).

                 Tras los problemas acaecidos en Georgia (no entraremos en el análisis de esta cuestión, pues este es un tema largo y complejo), Orjionikidze, especialista georgiano del PC (b) de Rusia, emprendió una campaña para expresar la necesidad, no de una federación de Repúblicas, sino de una única República federal. Tras haber demostrado el nuevo poder bolchevique, por un lado, que era absolutamente escrupuloso con los derechos nacionales de los distintos pueblos de la antigua Rusia, el Estado soviético, haciendo gala de un internacionalismo proletario radical, consiguió que, el 13 de diciembre de 1922, la República ucraniana y la de Transcaucasia adoptaran acuerdos simultáneos para crear una Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Finalmente, la autoridad soberana se trasladaba a un nuevo Congreso de Soviets de toda la Unión y el Congreso de Soviets de toda Rusia seguía siendo el organismo supremo de la RSFSR, que quedaba ahora subordinada a toda la Unión.

                    La nueva Constitución soviética reconocía el derecho de secesión (¡algo que ni siquiera es respetado en  los Estados federales democrático-burgueses, al menos en su inmensa mayoría!), determinando de forma explícita que este derecho no podía suprimirse sin el consentimiento de todas las Repúblicas de la Unión.

               Por tanto, compañero, aunque es cierto que la URSS -por el abigarrado y complejo mapa multinacional del enorme Imperio ruso- se constituyó con el uso de ciertas formas federales, tanto Lenin como Stalin siempre expresaron la necesidad de constituir un Estado proletario unitario que, por supuesto, respetara los derechos políticos y culturales de las diferentes naciones que constituían ese Estado. Y es que el federalismo es, por su propia naturaleza, un formato estatal que no está en consonancia ni con las necesidades económicas del socialismo ni con la imperiosa necesidad que tienen las masas explotadas de contar con un Estado centralizado, unitario y lo más amplio posible.

               Más adelante afirmas en tu crítica lo siguiente:

           El problema es que parece que hagan descansar la conciencia de clase y de unidad obrera en la forma política y jurídica que tome el Estado socialista, y no en el Partido y en la línea ideológica y política que éste marque, como si hubiese una desconfianza estructural en el Proletariado revolucionario y se considere cualquier manifestación organizativa territorial como una consecuencia y una causa al mismo tiempo de concepciones disgregadoras de la unidad de clase.

                 No, compañero, la cuestión es que nosotros no separamos la cuestión político-jurídica del Estado socialista con la línea y el programa del Partido de nuevo tipo. No olvidemos que la concepción marxista-leninista sobre la cuestión nacional descansa en dos principios que deben complementarse en todo momento (y que, por tanto, no deben entenderse como entidades separadas desde el punto de vista ideológico-político): el derecho a la autodeterminación nacional (que implica -en última instancia aunque no solamente- el derecho a la separación, a la creación de un nuevo Estado) con el principio del internacionalismo proletario, es decir, con la necesidad de que los obreros se unifiquen desde el punto de vista ideológico y político.

                 En el caso concreto del Estado español, los comunistas hemos de defender la autodeterminación nacional como un principio indispensable del internacionalismo proletario, pero la cuestión de la conveniencia de un Estado socialista unitario (insistimos: con el derecho de autodeterminación como premisa ineludible para la unidad de los proletarios de las diferentes naciones de España) tiene que ver con lo ya expuesto por el marxismo-leninismo sobre la necesidad de construir Estados lo más amplios y centralizados posible, huyendo de dinámicas federalistas que disgregan la unidad política proletaria y obstaculizan la construcción del socialismo, como ya explicamos anteriormente al hablar de la visión marxista-leninista sobre el federalismo.

              Pero no es que nosotros propongamos ese Estado socialista unitario por entender al Estado español como una realidad inmutable, sino porque la burguesía española tiene al Estado español como aparato de dominación sobre el proletariado de las diferentes naciones de dicho territorio. Si la dominación de la burguesía española se ejecuta con el aparato de dominación estatal español, ¿por qué los proletarios de las diferentes naciones de España tienen que constituir sus propios Estados independientes? ¿Y por qué razón deben tener los proletarios vascos, gallegos, catalanes o españoles diferentes partidos comunistas, si el Estado burgués que los oprime a todos sí está unificado? No se trata de “desconfianza estructural respecto a los pueblos”, sino de entender que el proletariado del Estado español es mucho más potente si se organiza desde el punto de vista estatal, pues es estatalmente como la burguesía española se organiza para esclavizar a los obreros catalanes, vascos, gallegos, canarios o españoles.

           ¿Qué sucedió durante la Revolución de Octubre, como estudiamos anteriormente? Pues fue la resolución del octavo Congreso del partido de 1919 en la que se estableció que el reconocimiento de las Repúblicas soviéticas de Ucrania, Letonia y Bielorrusia no supondría en ningún caso la organización de partidos comunistas independientes (¡ni siquiera sobre la base de una federación!). Más aún: en dicha resolución se determinó que los comités centrales de los comunistas de Ucrania, Letonia y Lituania disfrutasen de los derechos de comités regionales del Partido y estuviesen subordinados al Comité Central del Partido Comunista de Rusia (VKP [B] v Rezoliutsiyaj [1941]). Y es que los bolcheviques entendieron a la perfección que no era posible la unidad ideológica y política del Partido -como fusión del socialismo científico y las masas proletarias- sin la unidad orgánico-estatal de la organización revolucionaria. Es decir, según la posición bolchevique no podía haber unidad obrera plurinacional si cada proletariado nacional se dotaba de su propio Partido; es más, tampoco se admitía el federalismo en el seno del Partido proletario.

                   Más adelante expresas lo siguiente:

                  El caso de la visión que ofrece RoB es parecido, pero a la inversa, en lugar de fobia a la convergencia formal fobia a la divergencia formal, y trasladada a la ideología comunista: si no hay unidad política-territorial en el Socialismo, o mejor dicho, una unidad político-territorial determinada, parece que no pueda haber unidad proletaria. ¿Acaso una España socialista y una Grecia socialista dejarían de colaborar, dinamitarían la unidad obrera entre ellas, se ignorarían o se atacarían por el hecho de no tener unidad política? ¿Sus Partidos no tendrían en sus raíces ideológicas la unidad obrera internacionalista e internacional, y no estarían unidos por la misma organización, la Internacional Comunista? Entonces, ¿por el hecho de tener en el Estado español una organización formal no unitaria, tendría que llevar a los obreros a pelearse entre ellos o a funcionar peor? ¿La creación del PSUC en su momento dividió al Proletariado del Estado español? ¿o más bien, unió al Proletariado de Cataluña?

               Insistimos: no se trata de unidad territorial per se, sino de unidad proletaria sobre el marco de actuación estatal, no nacional, que es donde la burguesía española explota y oprime al proletariado de todo el Estado. La burguesía griega no está organizada en el mismo Estado que la española, luego, desde el punto de vista formal y a corto plazo, la unidad político-territorial entre los proletarios de los Estados español y griego no es factible. Por supuesto, una vez que el socialismo triunfe en distintos Estados, será posible establecer diferentes formas de alianza directa entre unos Estados obreros y otros. Y, previamente, con la reconstitución de la Internacional Comunista -que no se puede disociar de la reconstitución de los movimientos comunistas de los distintos Estados, pero que es la forma cualitativamente superior del movimiento obrero revolucionario-, podrá haber una unidad efectiva y real entre los destacamentos más avanzados de los proletarios de todos los países.

              Vuelves a separar, a nuestro juicio de forma mecanicista, la cuestión de la unidad ideológica de la necesidad de tener el Estado burgués español como marco de actuación para la reconstitución del Partido Comunista y la lucha revolucionaria. Sobre el PCE y el PSUC, debemos recordarte que no fueron pocos (como Togliatti, por ejemplo) quienes detectaron multitud de problemas por el fraccionamiento organizativo del proletariado español en dos partidos comunistas en un territorio, como el español, donde la burguesía atacaba a las masas populares de forma unitaria y centralizada. Por otro lado, es un error (aunque esto no lo aclaramos por ti, sino porque creemos que sigue siendo un error aún no rectificado) pensar que no hay respeto por el derecho de autodeterminación nacional donde hay una línea que aboga por reconstituir un Partido de ámbito estatal y no nacional. La cuestión debe estar siempre supeditada a la lucha de clases, a la construcción del socialismo, por lo que, efectivamente, la constitución de diferentes partidos comunistas nacionales en el Estado español debilitaría al conjunto del proletariado, pues -repetimos- la burguesía monopolista española no se organiza y centraliza de forma nacional, sino de forma estatal.

                    En el texto hablan de naciones oprimidas, y éste es un término erróneo. En un Estado imperialista, como es España, no hay naciones oprimidas. Las naciones oprimidas son las coloniales o semi-coloniales. En el Estado español lo que hay son características nacionales oprimidas, las cuales el imperialismo ataca, reprime e intenta hacer desaparecer, características que entrebancan su unidad de mercado. Y esta opresión a las características nacionales se refleja en una opresión lingüística, cultural o incluso territorial. El hecho que el imperialismo despoje a Madrid de su condición de ciudad y capital castellana sería un reflejo de la orpesión imperialista a las características nacionales a este pueblo, pero no por ello tendríamos que afirmar que Castilla es una nación oprimida; ni Castilla, ni el País Vasco, ni Cataluña, ni Galicia. De lo contrario, estaríamos confundiendo colonialismo con imperialismo. Y esto es un hecho que deja claro que esa opresión nacional es en realidad una opresión de clase; nacional de forma, clasista de fondo. Por lo tanto, vemos que el tema nacional es un tema ideológico, y como tal lo han de tratar los marxistas, a priori de la creación del Partido, y no como se insinúa, a posteriori de la victoria y la creación del Estado socialista.

                   Aquí introduces una categorización que, sinceramente, jamás habíamos leído. ¿En el Estado español no hay naciones oprimidas, sino “características nacionales oprimidas”? Pero ¿esas “características nacionales oprimidas” no tomarían la forma de determinadas naciones? ¿Cómo se organiza entonces esa opresión? En nuestra opinión, es este un galimatías que no lleva a ningún sitio. En todo caso, es cierto que la realidad nacional de nuestro Estado es muy peculiar, y decimos esto porque, según Lenin, en la Europa occidental ya estaban cumplidas -a principios del siglo XX- todas las tareas democrático-nacionales pendientes. Pero nosotros, como tú también defendías acertadamente al principio de tu crítica, no tomamos la obra de Lenin cual cristiano al leer la Biblia, sino que entendemos que hay elementos que Lenin no pudo analizar a fondo -al menos, que nosotros sepamos-, como es la realidad plurinacional del Estado español.

             Pero, partiendo de la base de que España es un país imperialista (de segundo orden, pero imperialista al fin y al cabo), donde hay naciones que no tienen el derecho de separarse de una nación dominante hay, desde el punto de vista marxista-leninista, opresión nacional. Podemos hablar de “características nacionales oprimidas”, pero, en nuestra opinión, cambiarle el nombre a una cosa no hace que la cosa en sí cambie. Bien es cierto que esa opresión nacional es sustancialmente diferente de la opresión que todavía hoy sufren multitud de países dependientes sacudidos por el yugo del imperialismo, pero la cuestión es que ni Galicia, ni Euskal Herria, ni Cataluña, ni Canarias tienen hoy el derecho reconocido de autodeterminación.

                     Seguidamente afirmas lo siguiente:

        Otro término empleado que considero erróneo es el de derecho de autodeterminación de las naciones. El derecho de autodeterminación no es un derecho de las naciones, sino de los pueblos, y ésta es una diferencia substancial. Un pueblo es una comunidad humana básica formada a lo largo de la Historia y que se reconoce a sí misma, que puede compartir características nacionales con otros pueblos vecinos, el conjunto de los cuales puede ser considerado una nación, y cada uno de esos pueblos tendrá el derecho de decidir el grado de implicación política con los otros pueblos en la construcción política de esa nación. Pero no es el conjunto de la nación quien ha de decidirlo. Por ejemplo: el País Valenciano, las islas Baleares (o cada una de sus islas) y Cataluña son pueblos que en conjunto forman la nación catalana, llamados popularmente Países Catalanes. El derecho de autodeterminación, pero, no lo ha de ejercer el conjunto de la nación catalana, sino cada uno de sus pueblos. El pueblo valenciano, por ejemplo, será quien decida su futuro, como pueblo que es, y decidirá el grado de implicación en la articulación política de esa nación. O también, será el pueblo andaluz, o el pueblo castellano, o el pueblo murciano, los que decidan su futuro, y no el conjunto nacional que forman entre ellos, español si lo quieren llamar así. Y esta insuficiencia en la comprensión del derecho de autodeterminación deriva en una insuficiencia en la aplicación efectiva y real de este derecho. El derecho de autodeterminación ha de traducirse en una realidad política concreta y material, en una entidad, y en el estado español, por nuestra realidad territorial y nacional, asimiladas las experiencias socialistas internacionales y en vistas a una articualción del Proletariado para la consecución de la victoria, esta realidad concreta ha de ser la República en los países o naciones que forman parte, articulándose y fusionándose entre ellas en una Unión de Repúblicas, como lo era la URSS y otros Estados socialistas europeos plurinacionales, sin olvidar la posibilidad de independencia si eso favorece la implantación del Socialismo en un país determinado del Estado español, debido a una lucha más avanzada en ese determinado territorio.

              En primer lugar, vuelves a introducir categorías que nos parecen completamente ajenas al tratamiento marxista-leninista sobre la cuestión. ¿Derecho de autodeterminación de los pueblos en lugar de derecho de autodeterminación de las naciones? Bien, esa diferenciación nos parece arbitraria y profundamente errónea. Desde que el derecho de autodeterminación nacional fuera proclamado en el manifiesto inicial del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en su congreso fundacional de 1898 -así como, anteriormente, por una resolución del Congreso de Londres de la Segunda Internacional, en 1896-, todos los comunistas usaron de forma indistinta la categoría de nación y pueblo para referirse al derecho democrático-burgués de autodeterminación. Por lo demás, todos los escritos de Lenin y Stalin insistían en el derecho de las naciones a poder elegir si continuaban formando parte de un Estado o no.

        Sobre lo que comentas de la URSS, no se puede olvidar analizar -como anteriormente hicimos al estudiar el federalismo y la cuestión nacional en territorio soviético- y contextualizar la forma peculiar en que el Estado soviético hizo uso del formato federal para terminar unificando a las diferentes Repúblicas proletarias. En cuanto al desigual avance del movimiento revolucionario entre territorios que comentas, consideramos que, efectivamente, es un hecho objetivo que determinadas zonas estén en un estadio de la lucha más avanzado. Sin embargo, ello no es justificación para romper la cohesión política del proletariado estatal, puesto que el enlace político-organizativo de éste, expresado en Partido Comunista, actúa siempre como una correa de transmisión del contagio revolucionario y nunca como una traba.

            Los compañeros del MAI, y no se si de RoB también, consideran China como la experiencia revolucionaria cualitativamente superior, por encima de la URSS. No se si debido a ésto, es por lo cual en el escrito de RyB abogan por una República unitaria en el Estado español como entidad política que resulte de la Revolución. Pero China tenía una realidad histórica, social y nacional diferente a la URSS. China venía de un pasado feudal y colonial, y allí no primaban las nacionalidades, como en el imperio ruso, sino las etnias, y continúan primando. Las etnias no tienen un soporte territorial o lingüístico como el que tienen las nacionalidades o las naciones, fijadas por el territorio y la lengua, sino que es una ligazón diferente, más primitiva y menos desarrollada. Por lo tanto, la traducción política de la entidad que dé soporte a la Revolución socialista en un país como China no puede tomarse como ejemplo para esa entidad de la Revolución en el Estado español. Aquí la sociedad no está articulada por etnias, ni tan sólo por nacionalidades, sino por naciones, y más concretamente, por pueblos, que territorialmente forman países, a los cuales hay que dotar de una entidad política en el ejercicio de su derecho de autodeterminación. Pero reivindicar una fórmula como la República unitaria, por una posible influencia de China, de forma mimética y metida con calzador, no tiene ningun sentido.

         Sí, nosotros consideramos la experiencia china como la experiencia cualitativamente superior en la construcción del socialismo, aunque ello no nos lleve a considerar el maoísmo como “tercera y superior etapa del socialismo científico” ni desdeñemos las aportaciones fundamentales de otras experiencias, como la albanesa y, evidentemente, la soviética, en el acervo internacional del proletariado revolucionario. Es cierto que la cuestión nacional en China era muy diferente a la de la URSS, pero ambas experiencias deben servirnos, no para mimetizar uno y otro modelo (algo antidialéctico, teniendo en cuenta que cada país debe adaptar la táctica revolucionaria a sus condiciones sociales, políticas, económicas, nacionales, históricas, etc.), sino para aprender sobre cómo uno y otro pudo triunfar y consolidarse mediante la fusión revolucionaria del respeto a la autodeterminación nacional y el internacionalismo proletario.

                 Este reconocimiento a los pueblos y a las naciones, esta necesidad de hacer descender el tema a un nivel de discusión ideológica, no es por capricho ni por deseo de concesiones del comunismo a una visión romántica de las naciones, sino como adaptación y potenciación del Proletariado y su lucha revolucionaria dadas las circunstancias actuales para poder constituir y construir (yo diría crear, pero ese ya es otro tema) el Partido como herramienta útil y capaz de conseguir la victoria en el Estado español e implantar el Socialismo mediante la Dictadura del Proletariado.

               Para finalizar, en esto coincidimos plenamente, pero insistimos en la idea de que, ni en la cuestión nacional ni en ninguna otra de interés para la clase explotada, se puede separar de forma rígida el aspecto ideológico del político-organizativo, tanto a nivel de Partido y frentes de masas como a nivel de marco de actuación revolucionario. Estamos seguros, compañero, de que, a pesar de las evidentes diferencias entre tus planteamientos y los nuestros, el objetivo en el que coincidiremos al final los marxistas-leninistas consecuentes del Estado español será el de “constituir” -aunque, precisamente porque ya tuvimos un movimiento y un Partido comunistas, habría que hablar de “reconstituir”- “el Partido como herramienta útil y capaz de conseguir la victoria en el Estado español e implantar el Socialismo mediante la Dictadura del Proletariado”.

          Por último, como forma de continuar el debate, no queremos desperdiciar la ocasión para proponer -a ti y al resto de comunistas del Estado que puedan leernos- el debate interesantísimo, mantenido entre 1999 y 2000, entre los camaradas del Partido Comunista Revolucionario del Estado español y la Plataforma por la Constitución del Partido Comunista de Euskal Herria. Concretamente, nos referimos al número 22 de La Forja, el órgano de expresión de esta organización. Si no lo has leído aún, observarás que el debate que hemos mantenido es muy parecido, al menos en esencia, a la crítica expuesta por el PCREE sobre la cuestión nacional en el Estado español. Podrás encontrar el texto en este enlace: http://pcree.net/ (haciendo clic en “Edición impresa” y, posteriormente, en el nº 22).

              Saludos revolucionarios,

              Revolución o Barbarie

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