Estado burgués, luchas contra privatizaciones y Revolución proletaria (1ª parte)

El trabajo que a continuación os presentamos tiene por objeto el análisis, desde el punto de vista de la reconstitución del comunismo y de la lucha revolucionaria de la clase explotada, de las protestas que en torno a las privatizaciones han emprendido amplios sectores de la población asalariada (incluyendo estratos que forman parte de la base social de la aristocracia obrera), sobre todo en el sector de la sanidad. Conscientes de la necesidad de articular un discurso y un armazón ideológicos que vuelvan a erigir al comunismo como teoría de vanguardia en el seno de la clase obrera más avanzada, desde Revolución o barbarie entendemos que es imprescindible realizar una crítica revolucionaria a cuantas realidades y fenómenos sociales, políticos y económicos afecten de lleno a nuestra clase y sean parte fundamental del sustrato material que los comunistas debemos entender para poder transformar la sociedad. En la época actual, en el Estado español las tareas ideológicas son de una importancia determinante para el movimiento comunista, y en este sentido es tan vital el análisis del agotado Ciclo de Octubre y la crítica materialista a las diferentes experiencias socialistas como la radiografía de todos aquellos aspectos que en nuestra época afectan al curso a seguir del movimiento revolucionario.

Este documento está dividido en dos partes. La primera de ellas analizará la cuestión de la privatización de la sanidad «pública» en Madrid, explicando el contexto en que surge y sus verdaderas causas. Por otro lado, esbozaremos la que, a nuestro juicio, debe ser la postura a seguir por los comunistas en esta cuestión. En lo que respecta a la segunda parte, trataremos de desmitificar esa construcción socio-política de los países imperialistas europeos llamada «Estado del bienestar» como producto de una época agotada (denunciando al mismo tiempo esa falacia de lo «público» como representativo de la mayoría de la sociedad), además de insistir sobre la necesidad de unificar a la vanguardia ideológica en los principios del marxismo-leninismo como paso imprescindible y previo para la revolucionarización eficaz de las luchas de masas de nuestra clase.

La batalla contra la privatización de la sanidad en Madrid en el marco de la actual lucha de clases

Si bien las luchas contra las privatizaciones de los «servicios públicos» se han desarrollado con gran resonancia en varios sectores de la economía estatal (como la educación, la administración de «justicia» o la sanidad), es en este último sector donde en los últimos meses, sobre todo en Madrid, la pelea por mantener esa construcción reaccionaria del «Estado del bienestar» se ha cristalizado con más fuerza y visibilidad. Es este el motivo por el cual basaremos nuestro trabajo crítico sobre estas luchas y su necesaria contextualización en el sistema social capitalista en el ámbito de la sanidad «pública», sobre todo de la madrileña.

Al igual que la Generalitat de Cataluña, el Gobierno de la Comunidad de Madrid se ha situado a la vanguardia de la burguesía monopolista del Estado al acometer el plan más profundo de privatización de la gestión de hospitales y centros de salud de la llamada «red pública» de salud madrileña. Si bien hacía más de una década que el Gobierno español había iniciado el desguace de la sanidad de titularidad y gestión estatales y autonómicas (un desguace que fue posible gracias al cambio regulatorio de la ley 15/97, aprobada con los votos favorables de PP, PSOE, CiU, PNV y Coalición Canaria, los grandes partidos de la burguesía española), ha sido a partir de 2012 cuando el gran capital, representado ahora a nivel estatal con el Gobierno del PP, ha aterrizado en el goloso sector sanitario «público» de la Comunidad de Madrid para adueñarse de la gestión de seis hospitales y 27 centros de salud (en total, más de un millón de madrileños serán atendidos por este nuevo modelo de gestión de la sanidad).

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Esto supondrá que, a partir de ahora, el gran capital de las empresas médicas y las constructoras (estas últimas ya acostumbradas a gestionar otros hospitales en Madrid y en otros lugares del Estado) se introducirán en un mercado potencial que muchos expertos valoran en 400 millones de euros anuales. Empresas como Capio Sanidad, Sanitas, Ribera Salud o DKV harán el agosto con el nuevo melón abierto por el Gobierno madrileño, el gran órgano de gestión del capital en Madrid. Todo este paquete privatizador supondrá un empeoramiento creciente de la calidad asistencial y una proletarización y precarización profundas del personal sanitario de esos hospitales y centros de salud, que desde ahora tendrán que generar plusvalor directo a las compañías que gestionen los servicios de salud.

El aspecto del empeoramiento brutal de la calidad asistencial se verá reflejado en un progresivo desmantelamiento del llamado «Sistema Nacional de Salud», con una cartera de servicios cada vez más privativa por el famoso «copago» y con menor y peor equipamiento médico. Un ejemplo muy ilustrativo de lo que comenzará a suceder en cada vez más hospitales es el del tratamiento de los pacientes atendidos en las unidades de Urgencias, que a partir de ahora no serán diferenciados por el color (rojo, naranja, verde, etc.) en función de la gravedad que revistan sus dolencias, sino del coste que supongan para la empresa que gestiona el hospital.

El otro gran elemento que se impondrá en el Sistema Nacional de Salud, el de la proletarización y precarización profundas del personal sanitario de hospitales y centros de salud de titularidad estatal, confirma el proceso que ya adelantó Marx hace casi 150 años en relación a la proletarización progresiva de amplias capas de población pequeñoburguesa y de capas de asalariados provenientes de la aristocracia obrera. De ahora en adelante, el médico o el enfermero del hospital «público» pasarán a ser un proletario más sensu stricto, estando obligados a generar la mayor plusvalía posible para sus explotadores a costa, por supuesto, de la salud de todos los usuarios (que serán, cada vez más, las masas hondas y profundas del proletariado, esas para las que la posibilidad de contratar un seguro médico privado es una quimera); el médico trabajará en centros de salud y hospitales de tal forma que su función será exactamente la misma que en las clínicas privadas: maximizar ganancias reduciendo al mínimo los costes. A largo plazo, este proceso facilitará la integración de estos colectivos de proletarios en el movimiento obrero de resistencia (situación que difícilmente podía darse de forma masiva en colectivos que formaban parte de la base de la aristocracia obrera), pues implicará un empeoramiento considerable de sus condiciones de trabajo en forma de menores salarios o días de descanso, además de presiones muy fuertes en forma de «incentivos» por reducir costes lo máximo posible. Como en la mayor potencia imperialista del globo, el médico que más cobrará será aquel que atienda pacientes menos costosos, que menos derive a especialistas y cirujanos y que aconseje menos pruebas diagnósticas.

Antes de pasar a analizar las perspectivas y la naturaleza de estas luchas contra la privatización de la sanidad madrileña, es necesario contextualizar brevemente el periodo en que esta nueva embestida del gran capital se desarrolla. Nos encontramos inmersos en la peor crisis de la historia del capitalismo (si atendemos, no solo a las evidencias empíricas y a los datos abundantes que dan idea de la magnitud colosal de esta nueva crisis de sobreproducción del capital, sino sobre todo a ese aserto del genio de Karl Marx según el cual las crisis, en el sistema de producción capitalista, son cada vez más profundas y duraderas por la masa considerablemente mayor de capital acumulado, por una tendencia a la disminución de la tasa de ganancia como consecuencia de un crecimiento de la composición orgánica de capital y por un ejército de reserva que alcanza cotas históricas, factores que hacen que el nuevo ciclo de acumulación sea cada vez más dificultoso), y la burguesía, consciente de que debe sacrificar lo que haga falta y a quien haga falta con tal de reflotar su sistema de explotación, necesita de forma acuciante reducir el Estado a la mínima expresión en materia de administración y gestión de los diferentes servicios (como la educación o la sanidad), y ello por tres factores muy claros:

1) Porque la burguesía necesita eliminar vallas en aquellos campos donde antes solo había entrado de forma indirecta (como en la sanidad «pública», que ya era anteriormente un negocio en cuanto a la provisión de ciertos servicios y en materia de venta de instrumentales, equipos médicos y fármacos de la Farmafia, pero cuya gestión era coto reservado para ese gran «capitalista colectivo» que es el Estado burgués), consiguiendo así un nuevo «nicho de mercado» fundamental para que los vampiros del capital extraigan plusvalor de forma masiva y directa.

2) Porque en la era del imperialismo, concretamente en esta etapa de máxima decadencia agudizada por una crisis internacional muy profunda, la burguesía monopolista española tiene también necesidad de debilitar considerablemente esa alianza histórica que fraguó ese modelo de Estado «social», desalojando de ámbitos importantes de la sanidad y la educación a todos esos aparatos sindicales y políticos que habían crecido gracias a esa alianza entre diferentes fracciones de la clase dominante.

3) Porque el déficit y la deuda estatales (alimentados por el mismo gran capital cuyo Estado se trocea y vende en bonos, obligaciones y letras del Tesoro), que manifiestan hoy el poderío brutal del capital financiero sobre el conjunto de la sociedad, provocan que los mermados presupuestos «públicos» deban destinarse al pago de intereses usureros (al mismo capital que recibe de su Estado al 1% para prestarlo al 6%), al salvamento de grandes bancos (cuyo rescate provocó un incremento exponencial de la deuda estatal) y al aumento sin precedentes de los aparatos militares de los Estados imperialistas, los cuales -conscientes de que la guerra es, además de un gran negocio, una de las maneras fundamentales en que el capital sortea temporalmente sus crisis- se arman hasta los dientes y hacen aumentar aún más la deuda del Estado.

Al contrario de lo que sostienen las diferentes versiones del revisionismo (que siguen a coro los cantos de sirena de la aristocracia obrera y de sus órganos políticos y sindicales del Estado español), la intención del capital de privatizar la gestión de servicios estatales forma parte de la inexorable ley del valor capitalista, la cual empuja a la destrucción del «Estado del bienestar» (que luego, en el segundo y último punto, nos encargaremos de analizar en términos históricos y de clase). No es, por tanto, una cuestión de «ideología» o de «partido», sino que es la misma burguesía la que necesitaba hincarle el diente a este jugoso pastel.

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Sobre las luchas contra la privatización del sector de la sanidad en Madrid, hay que decir que estas han alcanzado un grado de desarrollo muy elevado, un desarrollo poco habitual en los últimos años entre estos asalariados (situación muy lógica teniendo en cuenta que es ahora cuando la burguesía reestructura su Estado soltando lo que considera lastre social). Mientras escribimos esto, tras más de dos meses en huelga indefinida, manifestaciones masivas y ocupaciones de centros de salud y hospitales, la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (Afem), desligada de la Mesa Sectorial de Sanidad de la que forman parte sindicatos como Stase, CCOO, Amyts, USAE y UGT, ha anunciado la desconvocatoria de la huelga indefinida, al tiempo que, junto con dicha Mesa Sectorial, va a acudir a litigar en los tribunales de la burguesía por las concesiones a empresas en la gestión de la salud «pública». El Gobierno de esta región, por supuesto, sigue adelante con sus planes y el plan privatizador ya ha sido aprobado por la Asamblea de Madrid. Nuevo gol, por tanto, que se anota el Consejo de Administración de la burguesía monopolista por el dominio absoluto del Estado.

Quienes constituimos este espacio de lucha ideológica y clarificación por la reconstitución teórica y política del comunismo en el Estado español, pensamos que es fundamental extraer las conclusiones más importantes de este tipo de luchas, pues ello contribuirá a un mejor conocimiento de la realidad de nuestra clase y a la futura fusión del movimiento comunista con la clase proletaria más combativa, hecho que solo podrá producirse cuando la vanguardia comunista se encuentre cualitativa y cuantitativamente en un estadio superior al actual, en el que el revisionismo impregna los poros de todo el cuerpo comunista.

En primer lugar, vuelve a confirmarse que el capital financiero, consciente de que no tiene a corto plazo ningún enemigo potencial que amenace su orden (pues el movimiento revolucionario en el Estado español no ha comenzado aún siquiera a gatear), no va a ceder ni lo más mínimo por mucho que determinados grupos peleen de la forma más resuelta y contundente en las calles. Lo hemos podido ver este verano con los mineros: al final, las políticas estatales de la burguesía monopolista se impusieron a pesar de que estos hermanos de clase protagonizaron una de las luchas obreras más potentes de la última década en el Estado español. En el caso de la sanidad, ha habido varias manifestaciones con miles y miles de personas, varios hospitales y centros de salud han sido permanentemente ocupados en Madrid y la huelga se ha prolongado durante más de dos meses. ¿Resultado a nivel práctico? Huelga desconvocada, anuncio de protestas por la vía legal e imposición del plan privatizador. Este hecho demuestra a todas luces que la burguesía solo cede cuando, por la existencia de un movimiento revolucionario, prefiere hacer determinadas concesiones antes que contribuir a exacerbar aún más antagonismos sociales.

En segundo y último lugar, es imprescindible perfilar una posición claramente proletaria y revolucionaria en esta batalla por algo esencial como es la asistencia médica:

-Por un lado, estas protestas han estado dirigidas por la aristocracia obrera en su pugna contra la burguesía monopolista por no perder la posición de privilegio que ha tenido en las estructuras política, sindical y administrativa del Estado español. Este encuadramiento ha determinado que los discursos y las prácticas de la totalidad de los colectivos de médicos o enfermeros no salieran de reivindicaciones de mantenimiento de un modelo de sanidad estatal que el capital está resuelto desde hace tiempo a liquidar, además de haber llevado a la inmensa mayoría de estos trabajadores a secundar ese discurso de los aparatos sindicales de la idealización de lo «público» y de la defensa de esa concepción del Estado como «Estado de todas las clases» («Lo público nos iguala a todos», hemos podido escuchar a personal médico en las manifestaciones de Madrid, como exponente claro de esa idealización del Estado «social» burgués).

-Por otro lado, también es innegable que los sectores del proletariado más combativos a nivel de luchas de resistencia no pueden quedarse con los brazos cruzados mientras algo tan esencial como la sanidad y una atención que, si bien era una forma de explotación indirecta (la mayoría de economistas suele hablar de salarios diferidos para referirse a aquellos servicios sociales que el Estado proveía en materia de pensiones, prestaciones por desempleo, gasto en sanidad o educación), pues no olvidemos que este sistema era sostenido en base a la explotación de gran parte de la fuerza de trabajo más precarizada y sobreexplotada, al menos permitía que muchos proletarios pobres pudieran tener acceso a servicios básicos para los que a partir de ahora cada vez serán más excluidos. Antes, el proletariado, con su explotación («con su esfuerzo», dirían los plumíferos socialdemócratas), sostenía un sistema de salud que al menos le permitía tener una cobertura relativamente buena en materia sanitaria. Ahora, es el mismo proletariado el que financiará el sistema, con la enorme diferencia de que el presupuesto de las Comunidades Autónomas irá directo a empresas que lo gestionarán maximizando ganancias, reduciendo considerablemente para ello todos los gastos que consideren oportunos.

Ante la pregunta: «¿Deben, entonces, los comunistas y proletarios combativos oponerse a estos planes privatizadores?». La respuesta, por lo dicho en el punto anterior, no puede ser otra que sí. Pero con una condición ineludible si no queremos ir a rebufo de la aristocracia obrera: debemos denunciar de manera implacable a la aristocracia obrera como una fracción más de la clase dominante, que trata de utilizar al proletariado como carne de cañón en sus batallas con el capital monopolista; debemos, además, ser muy claros a la hora de combatir esa construcción reaccionaria del «Estado del bienestar», dejando muy claro que solo es posible un sistema sanitario de calidad y realmente universal en una sociedad socialista.

Segunda y última parte

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