Anguita, el Frente Cívico y el eterno retorno del oportunismo

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Depresión económica y conflictos en el seno de la clase dominante

En tiempos de profunda crisis económica como la que padecemos los proletarios y el conjunto de los oprimidos a escala planetaria, el sistema de explotación capitalista saca a relucir de forma muy palmaria las contradicciones que agitan a las distintas fracciones de la clase dominante. Y es que, si bien es la contradicción (antagónica) entre proletariado y burguesía la que determina el curso de la formación socio-económica capitalista, el capitalismo en su fase imperialista reproduce otras contradicciones que tienen su fiel reflejo en el Estado burgués, entendido este no solo como órgano de dominación de la burguesía, sino como producto históricamente superior de un conglomerado de relaciones entre las distintas fracciones de la clase explotadora.

Así, es en las crisis económicas cuando el capital financiero más suele acentuar su tendencia a la concentración creciente de su poder político en la fase imperialista, provocando desplazamientos considerables en el eje de alianzas que constituye el sistema de dominación capitalista. Estos desplazamientos provocan que fracciones como la burguesía no monopolista o la aristocracia obrera vean reducido su poder de representación dentro del Estado capitalista. Desde el punto de vista material, este es el trasfondo de las diversas batallas pequeñoburguesas que hoy, en el Estado español, vuelven a tener como protagonista destacado al ínclito Julio Anguita con su «Frente Cívico Somos Mayoría».

Dada la complejidad de la actual correlación de fuerzas entre las clases y fracciones de estas que componen el mapa social, económico y político del Estado español, hay que advertir que, si bien el proyecto oportunista que pretende desarrollar el Frente Cívico es en esencia expresión muy similar de quienes luchan por una reforma del sistema de explotación capitalista y el apuntalamiento de su dictadura de clase (eso sí, dando entrada a otros sectores sociales en la gestión de la misma máquina estatal burguesa), no es exactamente lo mismo el proyecto y los intereses de un «Frente Cívico» que los de la clásica aristocracia obrera representada en el Estado español, fundamentalmente, por el tándem CCOO-UGT.

De hecho, el «Frente Cívico Somos Mayoría» expresa una línea de pretendida «independencia» con respecto a los aparatos político-sindicales de la democracia burguesa que, por sí misma, lo aleja parcialmente de los históricos intereses de la aristocracia obrera (aun a pesar de que la presentación de esta plataforma se realizó en la sede de Esquerra Unida de Sabadell). En cualquier caso, tanto este nuevo Frente Cívico como la putrefacta aristocracia obrera coinciden en expresar intereses por completo ajenos a la única clase revolucionaria del capitalismo: el proletariado. Y, por supuesto, en el fondo (es decir, en cuanto a intereses, líneas ideológicas y proyectos políticos), los oportunistas patrios no distan en esencia de todos aquellos destacamentos autoproclamados comunistas que, con sus (eternas) “acumulaciones de fuerzas”, sus (inexistentes) “frentes de masas” y sus (pequeñoburguesas) “Repúblicas populares y Asambleas Constituyentes”, no hacen más que alejar y alejar la necesidad y la posibilidad de la Revolución proletaria en el Estado español.

El programa del Frente Cívico: nada nuevo bajo el sol

Es impropio de marxistas analizar a determinadas organizaciones o líderes sin enmarcar sus respectivas líneas y proyectos en determinados intereses de clase. Dicho esto, el caso de Julio Anguita es digno de mención, pues es una figura que, gracias a su oratoria y a ese halo de “dignidad” que promociona con no poca megalomanía allá por donde va, ha capitaneado parcialmente ese proyecto difuso que eclosionó en el Estado español con el movimiento de los “indignados”. Este movimiento (para cuyo análisis de clase aconsejamos el texto del MAI, colgado en nuestro blog y titulado «El 15-M y el esquematismo revisionista») ha supuesto un descrédito para las clásicas organizaciones político-sindicales de la aristocracia obrera, pero representa, de manera sustancial, los mismos intereses de clase y la misma intencionalidad de reformar un sistema que solo puede mantenerse en pie chorreando sangre por sus cuatro costados.

El Frente Cívico representado por Anguita ha establecido un decálogo con el que se ha dado a conocer públicamente. Según indican en su sitio web, estos diez puntos son «propuestas iniciales que servirán como punto de partida» mediante las cuales las diversas «asambleas ciudadanas» conseguirán «agrupar fuerzas en torno a un programa hecho de forma colectiva».

Las propuestas son las siguientes:

1. Salario mínimo Interprofesional (SMI) de 1.000 euros al mes.

2. Ninguna pensión por debajo del SMI.

3. Extensión y ampliación de la prestación por desempleo.

4. Reforma Fiscal.

5. Banca pública y nacionalización de la privada.

6. Nacionalización de los sectores estratégicos.

7. Desarrollo de contenidos de la Constitución.

8. Control y democratización de los canales de distribución y comercialización.

9. Efectiva separación entre las iglesias y el Estado.

10. Reforma del Sistema Electoral.

Como podemos comprobar, el decálogo de propuestas no difiere en muchos aspectos de los programas que levantan los distintos destacamentos oportunistas y revisionistas que, desde la fraseología «revolucionaria», entienden la Revolución proletaria como un acto mecánico y economicista de acumulación de fuerzas hasta el infinito, y como mejunje de electoralismo y espontaneísmo.

Dicho esto, el problema del «Frente Cívico Somos Mayoría» es el problema de la incomprensión de cómo se articula un proyecto revolucionario. Gracias al estudio crítico de nuestra clase y nuestro Movimiento Comunista Internacional, sabemos que las revoluciones proletarias (o de Nueva Democracia, en el caso de los países oprimidos por el imperialismo) solo triunfan cuando la vanguardia revolucionaria, en primer lugar, se ha pertrechado y unificado con la teoría revolucionaria en pugna constante contra las diversas formas de revisionismo y oportunismo; en segundo lugar, cuando esta misma vanguardia da los pasos necesarios para fusionarse con los sectores más avanzados del movimiento de masas, conformando así el Partido de nuevo tipo y elevando las luchas espontáneas a la categoría de luchas por el poder; y, por último, cuando, una vez reconstituido el Partido Comunista, este emprende el camino de la guerra abierta y a gran escala contra el Estado burgués con el objetivo de constituir el nuevo Estado de la clase explotada.

Por lo expuesto anteriormente, es obvio que el problema fundamental de proyectos como el del Frente Cívico es su incapacidad manifiesta para defender la Revolución socialista como única forma posible de subvertir el actual estado de cosas. El Frente Cívico, además de llamar a conformar una estructura interclasista y ser, por tanto, ajeno a los intereses de la única clase revolucionaria de la etapa histórica actual (el proletariado), no entiende que la acumulación de luchas por reformas no ha provocado jamás el triunfo de revoluciones. Nosotros formamos parte de ese sector del Movimiento Comunista Internacional que entiende que el mensaje estratégico y revolucionario es el único que puede asegurar la transformación radical de la sociedad capitalista. A través de mediaciones, los comunistas, previa unificación teórica y política y en lucha constante contra el reformismo, llegamos a los elementos más combativos y avanzados de la clase obrera. Gracias a este vínculo que trabamos, nuestro mensaje político revolucionario puede calar en gran parte de las masas de nuestra clase. Pero no nos dirigimos a la totalidad de las masas como hacen los revisionistas, sino a sus miembros más aguerridos en luchas contra las imposiciones y los planes de miseria del capital.

Pues bien, teniendo en cuenta las seis primeras propuestas (que son las únicas que pueden tener algún componente proletario más o menos nítido), las nuevas generaciones obreras que comienzan a despertar a la «vida política» deben saber que, sin Revolución socialista, no hay posibilidad alguna de implementar reformas de calado que beneficien al conjunto de la población explotada. No es a través de las reformas como se llega a la Revolución, sino que es a través de esta como se consigue edificar todo un programa proletario de transformaciones socialistas en el plano económico, social, político, cultural, etc. Las propuestas de mínimos deben estar subordinadas a la lucha por la conquista del poder y la Revolución obrera, y no a la inversa como sucede en todos los programas del oportunismo y el revisionismo.

Por otro lado, nos encontramos en un periodo de crisis muy profunda en el que el capital financiero (sector dominante en el bloque histórico de poder levantado en el Estado español tras la «Transición»), sabedor de su inmenso poder y de la situación de crisis en que se halla el capitalismo por sus mismas contradicciones internas, no va a posibilitar medidas que vayan más allá de lo puramente cosmético y que mejoren sustancialmente nuestras condiciones de vida. Más bien es al revés, pues la oligarquía financiera de los Alierta, los Botín y las Koplowitz está impelida a seguir apretando aún más la soga al cuello sobre proletarios, pequeños burgueses, asalariados privilegiados en proceso de empobrecimiento, etc. Las leyes que rigen el funcionamiento del imperialismo llevan a los capitalistas a actuar como actúan. Si la burguesía monopolista necesita remodelar la estructura de costes laborales para contrarrestar la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia, el capital financiero no solamente no va a permitir ningún tipo de reforma que mejore realmente las condiciones de vida de la clase explotada, sino que va a hacer todo lo posible por imponer políticas de sobreexplotación que contribuyan a contrarrestar esa caída de la tasa de ganancia general.

Las propuestas 7ª y 10ª son quizá las que más enjundia tienen en cuanto a que son la expresión más clara y rotunda del proyecto que defiende este Frente y, sobre todo, de los intereses de clase a los que responde. Recordemos que la propuesta 7ª plantea que hay que desarrollar los contenidos de la Constitución. ¿Qué significa esto? Según los responsables de este nuevo chiringuito por la regeneración democrático-burguesa, en el Estado español es posible el cambio revolucionario o, al menos, la mejora de las condiciones de vida de la mayoría, con tan solo «aplicar» o «ampliar» algunos artículos de la Constitución española. Estos señores pretenden tomarles el pelo a los explotados, haciéndoles creer que las constituciones burguesas y las estructuras político-jurídicas que estas consagran para la defensa del sistema de explotación capitalista, pueden servir de alguna manera a los intereses de la mayoría explotada.

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Nos quieren vender la moto con aquello de que el Estado capitalista puede ser reformado y acomodado para responder a las necesidades de las masas explotadas. Esto es rotundamente falso y la Historia se ha encargado de demostrarlo sobradamente. En 1973, el proletariado chileno fue brutalmente aplastado por la burguesía chilena (al dictado del imperialismo), la cual no dudó en hacer uso -en un país de «impecable» tradición democrático-burguesa- del fascismo y la liquidación completa de todos los órganos de poder proletario (como los Cordones Industriales o las Juntas de Abastecimiento Vecinal), que actuaron como auténticos embriones de consejos obreros a pesar de la labor contrarrevolucionaria de la Unidad Popular, con un Partido Comunista de Chile interpretando su papel de bombero de la Revolución. El oportunismo y el revisionismo, una vez más, demostraron ser los mayores enemigos de la clase explotada, al allanar el terreno con su política de «conciliación» para el triunfo de la burguesía a través de su golpe fascista. Este valioso y cercano ejemplo demuestra a las claras que, sin destruir la máquina estatal de la clase explotadora, no es posible conseguir ninguna transformación honda que beneficie a la clase explotada.

La propuesta 10ª es el otro gran mantra de esta «asociación de asociaciones». Sacado a la palestra mediática sobre todo por el movimiento del 15-M, estos colectivos pequeñoburgueses y aristobreros expresan de forma meridianamente clara su propósito último y determinante sobre el «modelo político» que propugnan: reforma del sistema electoral para que en el Parlamento (ese órgano multi-fraccional de la clase dominante) puedan defender los máximos adalides de la «verdadera democracia» (burguesa) su pequeña parcela en la gestión del Estado burgués y sus reformas para la «ciudadanía».

Nosotros decimos rotundamente que la democracia burguesa no debe ser reformada por ser «imperfecta» o «incompleta». Debe ser destruida de abajo arriba por ser una de las formas políticas de dictadura que la burguesía construye para erigir y fortalecer su dominio de clase. Las masas explotadas no necesitan la existencia de un Parlamento y unas instituciones que están al servicio único y exclusivo de las diferentes fracciones de la clase dominante. El proletariado, a no ser que quiera hacerse el haraquiri, no puede apoyar la existencia de unas instituciones que le arrebatan todo el poder y lo desproveen de toda capacidad para decidir. El Parlamento es solo democrático para la burguesía. Pero para la clase obrera lo democrático es construir su Estado propio (su nuevo poder), que haga posible fundir en uno solo el poder legislativo y el ejecutivo de las masas explotadas, las cuales, a través de sus órganos de poder político y militar, son capaces de proponer y sobre todo decidir en el plano político, económico y social.

Las bases de todos estos movimientos (a las que tendremos que dirigirnos para convencerlas de que la única solución posible pasa por la Revolución socialista, aunque sin olvidar que el núcleo fundamental de la futura acción de los comunistas deberá estar centrado en las masas hondas de nuestra clase, que son las que soportan las condiciones de vida más insoportables y las que más alejadas están de los cantos de sirena de los oportunistas y revisionistas) nos responderán que todo lo que proponemos es «utópico» o, peor aún, «purista», «aventurero», etc. Bien, lo único realmente utópico es hacerle pensar al proletariado que, sin la destrucción del Estado burgués, es posible un cambio revolucionario; como utópico es hacerle cree a la clase explotada que, para disfrutar de una vida digna, puede conseguirlo mediante la gestión del Estado capitalista. En cuanto a las recurrentes réplicas sobre el supuesto «purismo» de algunos comunistas, a estos elementos y otros muchos de las filas del mismo movimiento comunista hay que decirles que la defensa inquebrantable de los principios revolucionarios -además de ser algo que no puede negociarse ni rebajarse– es lo único que puede hacer exitosa la tarea revolucionaria que tenemos pendiente.

A nuestro entender, las propuestas realmente revolucionarias deben estar muy claras. En primer lugar, debemos proseguir con el estudio histórico-crítico del Ciclo de Octubre, pues ello nos va a permitir entender las causas del fracaso de las experiencias socialistas en el siglo XX. En segundo lugar, es imprescindible seguir ahondando en la lucha de dos líneas en el seno de la vanguardia revolucionaria, tratando por todos los medios de avanzar en posiciones revolucionarias con vistas a la unificación política. En tercer lugar, se hace necesario llevar a cabo un análisis rigurosamente materialista sobre la composición de clases en el Estado español y sus distintas fuerzas político-ideológicas en pugna, ya que esto es fundamental para conocer de forma científica la realidad de nuestra clase y los mecanismos para reconstituir el sujeto revolucionario. Por último, entendemos que los revolucionarios no debemos eludir la confrontación de líneas con las bases más radicalizadas de movimientos que, si bien rechazan de forma más o menos clara las podridas estructuras político-sindicales de la burguesía y la aristocracia obrera, persisten en su línea democrático-burguesa, oportunista e interclasista. Ese es el sentido de este artículo: contribuir a seguir agrandando la brecha entre el comunismo y el oportunismo como única forma para reconstituir un nuevo movimiento revolucionario que pueda poner fin a un orden genocida y depredador como el capitalista.

Revolución o Barbarie

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